La últa ocurrencia de rebajar a 110 el límite de velocidad permitido para circular en autovías, que supuestamente persigue reducir la factura energética ahorrando en el consumo de gasolina y de paso cuidando el medio ambiente no deja de ser una muestra más de la provisación a que nos tiene acostumbrados este Gobierno. Ha dicho el presidente Zapatero que litar la velocidad a 110 kilómetros hora es bueno que así salvaremos vidas y gastaremos y contaminaremos menos. Pero, a renglón seguido, añade que ojalá esta medida tan “beneficiosa” pueda levantarse cuanto antes. ¿Pues en qué quedamos? Si es tan buena, que se mantenga en el tiempo, y si no, que dejen de abusar de la paciencia de los españoles. No sé a quién se le habrá ocurrido esta genialidad, pero evidentemente, si circulamos a 110 hora gastamos menos combustible, y mucho menos todavía a 90, y menos aún si vamos en el coche de San Fernando, la mitad a pie y la otra caminando. Si de verdad con esta medida se persigue conseguir un uso más racional del automóvil y una reducción de la contaminación, se debe pensar en iniciativas más amables y menos prohibicionistas que fomenten la movilidad sostenible y la utilización del transte público. Para empezar y dar ejemplo, reducir los coches oficiales. Potenciar prácticas como el uso compartido del vehículo entre varios usuarios, habilitar carriles bici en las ciudades, peatonalizar y cerrar calles al tráfico, y en definitiva, desarrollar una educación cívica que fomente el respeto al medio ambiente y el uso racional del vehículo privado. La sensación generalizada que ha provocado esta medida es que la reducción del límite de velocidad sólo persigue incrementar las multas a los conductores y aumentar la recaudación para las maltrechas arcas del Estado. Este Gobierno es experto en distraer nuestra atención, y nos acaba de pasar otro ladrillo debajo de la puerta. Mientras los ciudadanos estamos enzarzados en debates sobre la velocidad en las carreteras o seguos discutiendo sobre la ley antitabaco, dejamos de hablar de otros asuntos de mayor gravedad como el parable aumento de las cifras del paro, las dificultades de las familias para llegar a fin de mes, la inflación galopante, la falta de crédito para autónomos y pymes, o los falsos EREs de la Junta de Andalucía. Hay medidas más realistas para reducir el gasto energético. La prera, abandonar la demagogia sobre las centrales nucleares. Y para acabar con los accidentes, empezar elinar los puntos negros de las carreteras.
Alberto Castillo
Director de Gente en Madrid