Tal vez ( o con toda seguridad) la situación más flagrante y vergonzosa sea la del coronel Gadafi, que se sujeta férreamente al poder a costa de matar a cientos o miles de sus compratiotas. Pero esto no conmueve un ápice la conciencia de este dictador de Libia, con más de 30 años en el trono, una figura mesiánica, un enviado con poderes faraónicos, un melómano, un fanático sin el que su país se iría a pique. Como así decía Mubarak antes de ser acorralado los que él creía débiles y sin poder ni fuerza para nada. ¡Cómo iba a renunciar al poder este fanático que encarnaba a un ser todopoderoso que llevaba cuidando y velando Egipto tantas décadas!
Y aquí, sobre ese dolor físico y emocional, sobre esa desolación y esa destrucción, aparece el personal sanitario: los médicos y enfermeras. Acuden para acallar los gemidos, los gritos de dolor, el llanto incontenible las heridas, los cuerpos ensangrentados, los cadáveres… Llegan para intentar hacer vencer la vida sobre la guerra en un marco de lucha encarnizada y muerte.
Mayka Sánchez