Los resultados de las elecciones a rector celebradas en la Universidad Complutense de Madrid que han dado como vencedor a Carrillo frente a Iturmendi, son la consecuencia de un proceso que va a tener secuelas en el futuro de la prera universidad española, no en vano los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta de donde salió el vencedor, reflejan una polarización ideológica lejos de la realidad universitaria.
Muchos piensan que la financiación privada se ralentizará con estos resultados.
Carlos Andradas, el candidato “oficialista”, delfín del rector Berzosa y claro aspirante al puesto, no pudo superar la prera vuelta celebrada el 6 de abril apenas medio punto. Todos los candidatos le tenían como el enemigo a batir y todos, menos uno –Perdices firmaron un acuerdo el que aquel que pasara a segunda vuelta se aseguraba los votos de los restantes a cambio de un vicerrectorado.
Carrillo, Iturmendi, Aldecoa y Sánchez Lobato inician su cruzada contra Andradas, el supervicerrector de profesorado, el candidato con un perfil más técnico, el que conoce los números, el favorito según las encuestas internas. Pero los resultados, influidos los votos de los alumnos que apuestan la polarización Carrillo – Iturmendi, le dejan fuera.
La segunda vuelta con esos dos candidatos presentaba un cierto vicio en origen. El prero, apoyado UGT y CCOO, movilizaba a los alumnos más ideologizados para neutralizar el efecto Iturmendi que era el candidato de la derecha. Frente a Carrillo, que a la postre resultó ganador, el ex decano de Derecho iba a afrontar el 13 de abril con el supuesto apoyo del centro derecha y los votos que dejaban Aldecoa la derecha y Perdices desde posiciones liberales, además de los sindicatos CSIT, CSIF y SAP. El voto residual de Sánchez Lobato se reparte y la clave queda en manos de los votantes de Andradas.
Los resultados finales, lejos de las alternativas profesionales, ponen de relieve la fuerte ideologización de las elecciones y la balanza se ha inclinado definitivamente hacia la izquierda, hacia Carrillo, quizá el temor al regreso de la vieja guardia que gobernó en la UCM en tiempos de Villapalos y que en estas elecciones ha apoyado a Andradas. Iturmendi significaba el poder de los dinosaurios, el pasado, la vieja universidad. Y la UCM actual, la de Bolonia, no lo quiere. Carrillo es la máxa representación de otro pasado, del hijo de la política y de los sindicatos. El pacto que en su día hizo con Berzosa y que este rompió, motivó su salida del Rectorado, para ahora volver enca del cadáver de quien fuera el delfín, Andradas. Carrillo puede significar la lucha sindical continua contra la política de un gobierno popular de la Comunidad de Madrid. Cuatro años para gestar una plataforma de oposición y de reconstrucción de la izquierda para las elecciones del 2015. Un enorme dolor de tripas para Esperanza Aguirre. Y lo que puede provocar, a su vez, una gestión, en minoría tal y como está constituido el claustro de la UCM y con dificultades económicas.
Andradas y Perdices parecían los candidatos con unas prestaciones a futuro con más posibles. Perdices no ha contado con una infraestructura suficiente a pesar de ser el decano de Economicas y recibir la buenaventura de la CAM. Andradas no ha podido desde su soledad, aun contando con el aparato rectoral. Ambos se quedaron el camino.
Al final, estudiantes y personal de administración y servicios han estado mayoritariamente con Carrillo, si bien el triunfo se lo han dado los docentes, los que más peso tienen sobre el total, los que si conocen la realidad de la UCM y la sufren para su disgusto. Unos docentes que han terminado votando “el menos malo”
La UCM quería cambio, pero no ideológico. Ahora se verá durante cuanto tiempo se mantiene una gestión rectoral sobre el filo de la navaja que supone tener a dos sindicatos como referentes de la política universitaria. Y podremos comprobar la calidad política del nuevo rector de la Complutense.
Carlos Díaz Güell, es editor, profesor de la UCM y consultor de comunicación empresarial