En la Tierra a domingo, diciembre 22, 2024

6 / ADOLFO SUÁREZ (2)

PERSONAJES DE AYER Y DE HOY / ESCRIBE JULIO MERINO   Y Suárez juró su cargo en La Zarzuela el lunes 5 de Julio (allí juraban todos, ¡hasta el Rey!). Aquel día estaba exultante, como un niño con zapatos nuevos, como si hubiese cortado dos orejas  y rabo, como si hubiese ganado la Copa de Europa, triunfador y con la sonrisa de las grandes ocasiones. Había alcanzado el sueño de su vida: ser Presidente del Gobierno de España. Tan grande se sentía en esos momentos que en cuanto ocupó su despacho en el Palacete del Paseo de la Castellana, en el que se habían sentado Carrero Blanco y Arias Navarro, ya pensó que aquello era pequeño y  ordenó que le buscasen un Palacio más rbombante en las afueras de Madrid, si era posible. (Seis meses después se trasladaría a La Moncloa). Pero, con las alegrías le llegaron los problemas. El prero de todos el de la formación de su propio Gobierno. Los pesos pesados del anterior (Fraga, Areilza, Garrigues) le dieron con la puerta en las narices, que no querían servir al “muchachuelo” de Herrero Tejedor. Llamó a otros hombres de prestigio (entre ellos el catedrático Fuentes Quintana) y también rechazaron su ofreciento. Nadie le daba tancia. Sólo se le quedaron los Ministros militares, el Vicepresidente Prero para Asuntos de la Defensa, el Teniente General Don Fernando de Santiago, Calvo Sotelo, Martín Villa y Alfonso Osorio. Y fue éste quien tuvo que “ficharle” a todos los demás Ministros (salvo a un amigo personal, Abril Martorel, a quien hizo Ministro de Agricultura). A aquel Gobierno rápidamente le puso mote la prensa: el Gobierno de los “penenes”.(profesores no numerarios)

 

Resuelto este “problemilla” se chocó con la cruel realidad que tenía delante: un país dividido, una economía en caída, una incertidumbre de futuro y un malestar general, ya que sobre el tapete estaban enfrentadas la “Ruptura” y la “Reforma”. O sea, la Oposición de izquierdas que no aceptaba que continuase el Régen de Franco, ni a la Monarquía, ni al Rey Juan Carlos y que luchaban una “Revolución de los claveles” para acabar de un plumazo con todo el franquismo y el pasado. Y estaban los sindicatos clandestinos (UGT y Comisiones Obreras) que ya dominaban casi completo el mundo obrero, exigiendo la demolición de los sindicatos verticales. Y estaban los catalanes y los vascos pidiendo a gritos la autonomía de Cataluña y Euskadi. Y estaba la petición masiva de una Amnistía total para los presos políticos.

 

Eso a un lado, al otro estaban los franquistasfalangistas ( lo que la izquierda llamó enseguida el “Bunker”) y los Generales de Franco. Aquello era un polvorín. Porque ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder. Como bien pronto pudo comprobar el propio Suárez cuando quiso conceder la Amnistía General que se le pedía, ya que antes había que reformar el  Código Penal y eso sólo lo podían hacer Las Cortes y aquellas Cortes todavía estaban dominadas los del “Bunker”. Pero allí estaba ya Torcuato FernándezMiranda y se aprobó la reforma del código y Suárez se apuntó su prer tanto como Presidente con una Amnistía General que sacó de la cárcel hasta los comunistas y los terroristas de ETA. A continuación le metió el diente al tema sindical y ordenó al Ministro de Relaciones Sindicales, Enrique de la Mata, que fuera cerrando los sindicatos verticales para poder legalizar a la UGT y Comisiones.

 

Sin embargo, mientras estuviesen en rigor las Leyes Fundamentales de Franco el Gobierno y hasta el Rey estaban maniatados, salvo que diesen un “Golpe de Estado” y acabasen con el franquismo residual, a lo que el Rey se oponía que eso era un peligro para la Monarquía, sabiendo como sabía que los de la “Ruptura” querían la República.

 

Fue entonces cuando el “cerebro” FernándezMiranda se encerró un fin de semana de aquel caluroso mes de Agosto y sacó de su chistera un texto de dos folios que lo iba a cambiar todo. Tal vez que el asturiano, que había sido Ministro Secretario General del Moviento durante cuatro años, sabía que las Leyes Fundamentales franquistas también preveían procedientos para enmendarlas o reformarlas. Y éste fue el modo que eligió FernándezMiranda para poder pasar de un Régen autoritario a otro de libertades sin romper con las Leyes vigentes, o sea “ de la ley a la ley a través de la ley”, el cambio de la Monarquía de Franco a la Monarquía democrática que le había pedido el Rey.

 

Aquel texto fue la “Ley para la Reforma Política”.

 

Se contó entonces que el día que el “Padrino” le entregó el texto al flamante Presidente del Gobierno, ya Don Adolfo, le dijo: “ Ahí tienes esos folios, léetelos bien y ten presente que no tienen padre”.

 

Suárez leyó aquellos dos folios y antes de terminar ya estaba diciendo: “ Joder, Torcuato, esto es el huevo de Colón, ¡eres un genio!”. A lo que el sibilino asturiano respondió: “ No, Adolfo, no soy un genio, soy un humilde profesor de Derecho Político que se conoce su asignatura. Así que ponte manos a la obra y vamos a salir del atolladero en el que estamos metidos”. “ Faltaría más”, respondió el alumno que veía su propia salvación al alcance de la mano.

 

Y así echó a rodar el proyecto de “Ley para la Reforma Política”. Prero se aprobó en un Consejo de Ministros, lo que fue fácil. Menos fácil iba a ser el camino a recorrer, que la  Ley tenía que aprobarse como una nueva Ley Fundamental, ser informada positivamente el Consejo Nacional del Moviento, ser aprobada Las Cortes y ser aprobada los españoles en un Referéndum a escala nacional. Y eso iba a ser el vía crucis de Suárez.

 

Pero, FernándezMiranda, que lo tenía todo previsto, y como buen director de orquesta, repartió los papeles de la obra. A Suárez le encomendó que explicara el proyecto de Ley a la oposición de la “Ruptura” y a los Generales. Y él se comprometió a convencer a los del Consejo Nacional ( el Bunker más Bunker) y a los Procuradores de Las Cortes franquistas. Y se alzó el telón.

 

Suárez inició los contactos necesarios con los grupos y grupúsculos que integraban la “Platajunta” (el Gobierno en la sombra de las izquierdas) y principalmente con los socialistas de Felipe González y los comunistas de Santiago Carrillo. Con los preros le fue bien la cosa, con los segundos menos, ya que Carrillo exigía la legalización del PC y eso no lo aceptaba el “cerebro”, al menos de momento, a sabiendas de que los Generales de Franco no iban a pasar esa piedra y podrían echarlo todo a perder.

 

Por ello Suárez convocó a la cúpula de todos los ejércitos en la Presidencia del Gobierno (todavía en Castellana 3) el 8 de Septiembre a las 10 de la mañana. Y allí, sentados frente a Suárez, el “chico de Cebreros” que descubrió Herrero Tejedor, estaban los oficiales que, con Franco a la cabeza, en 1936 derrotaron al marxismo internacional y especialmente a los comunistas.(Muchos de ellos, no contentos con la gesta española, se habían ido también a Rusia con la “División Azul”). Treinta generales y almirantes, incluyendo los Ministros militares, Ejército y Marina. Durante la reunión, que duró tres horas, Suárez fue desgranando el Proyecto de la Ley, con la soltura y brillantez que a veces le acompañaban. Los Generales escuchaban en silencio y con gran atención. No interrumpieron en ningún momento. Sólo al final le hicieron algunas preguntas, en concreto querían saber lo que iba a pasar con los partidos políticos que defendían la “Ruptura”. Suárez respondió rotunda y rápidamente: “Estaros tranquilos, que en ese punto yo pienso como seguramente pensáis vosotros, partidos políticos sí…… pero, no Partido Comunista. Mientras yo sea Presidente, os lo aseguro, no se legalizará el Partido Comunista”.

 

Aquellas palabras tranquilizaron a los Generales, aunque a decir verdad sólo uno de entre ellos aplaudió al finalizar la reunión. Fue el Teniente General Gutiérrez Mellado el que a los pocos días, curiosamente, sería nombrado Vicepresidente Prero del Gobierno para Asuntos de Defensa, en sustitución del también Teniente General de Santiago, que se marchó dándole un tazo a Suárez la legalización de los Sindicatos marxistas.

 

Aquella misma jornada Suárez fue a Las Cortes a darle cuenta a Fernández Miranda del resultado de la reunión con los militares. Estaba en plan triunfal, tal vez lo que había dicho días atrás: “A mí dejadme los Generales, que a esos yo sé cómo manejarlos”. Pero el “Padrino”, sin embargo, le tiró de las orejas. Por  el propio Fernández Miranda, que lo escribiría mucho después, sabemos que entre ellos se produjo este corto diálogo:

 

Torcuato ,esto marcha, los Generales han dado luz verde al Proyecto.

Sí respondió el Presidente de Las Cortes pero, al final sólo te aplaudió uno de ellos.

Bueno, ya sabes que estos son de una raza aparte.

Adolfo ¿has leído alguna vez “El Príncipe” de Maquiavelo?

Joder, ya estamos, esa misma pregunta me la hizo varias veces Herrero Tejedor. No,no he leído “El Príncipe” ni creo que me haga falta leerlo.

Pues, creo que te equivocas ,que si hubieras leído a Maquiavelo no te habrías comprometido tan rotundamente en el tema del Partido Comunista.

Pero, coño, si seguí tus instrucciones.

Sí, pero no había necesidad de un compromiso tan formal. Ya conoces el refrán castellano: “No digas nunca de esta agua no beberé” y menos sin saber lo que va a pasar aquí. Adolfo, tienes que entender que estamos en un trapecio sin red y que cualquier fallo en la cuerda puede acabar con el artista.

Bueno, bueno, ya lo arreglaré.

 

Después de la reunión con los Generales llegó el prer plato de la comida: el Consejo Nacional del Moviento, el Bunker del Bunker, que allí estaban los franquistas más franquistas, incluyendo a los famosos 40 de Ayete, los designados directamente el Caudillo Franco.

 

Y la sesión no fue, desde luego, un camino de rosas. Porque  allí había además tantes juristas, a los que no iba a ser fácil engañarlos, entre ellos Raundo Fernández Cuesta , Blas Piñar , Jesús Fuello, Oriol y Urquijo, entre otros. Suárez basó su intervención, con el argumento que previamente le había trasladado Fernández Miranda:

Adolfo, te tienes que escudar en el ejemplo de una casa vieja. Una casa que unos quieren tirar desde los cientos para hacerla nueva y otros quieren salvar la casa haciendo serias reformas interiores y un lavado de la fachada. Puedes decir que en cuarenta años la casa se había quedado pequeña el aumento de la familia, y que ello obliga a hacer más cuartos de baños, ejemplo, más dormitorios, una nueva cocina e incluso añadirle dos plantas más. Y no te salgas de ahí. La Ley está dentro de la legalidad franquista y aquí va a cambiar todo para que no cambie nada.

 

Pero, ni planteada así la defensa del Proyecto “coló” entre los tiburones políticos que allí había. En una de sus intervenciones Fernández Cuesta lo dijo muy claro: “Todo eso de la casa y los retretes está bien, Sr Presidente, pero no nos engañemos, lo que tú propones no es más que una Ruptura sulada. ¿O es que acaso si se aprueba está Ley no se caerá de golpe toda la casa franquista? Así que decirlo claro: lo que queréis, lo que pretendéis, es que nos suicidemos. Te lo aseguro, yo no me opondré, pero no vosotros, sino España. Sí, España.”

 

Sin embargo, el Proyecto fue informado positivamente, con 80 votos a favor, 13 en contra y 6 abstenciones.

 

(Lo que no supo Suárez es que previamente a la reunión del Consejo Fernández Miranda había mantenido una tante y decisiva conversación con José Antonio Girón de Velasco, en la que el catedrático de Derecho Político había convencido al “león de Fuengirola” de que no había otra salida que la de hacer “el cambio” desde dentro antes que lo hicieran desde fuera. En esa conversación Fernández Miranda le recordó al líder falangista aquello de “la Revolución desde arriba” de Antonio Maura y lo que había sucedido antes de 1936).

 

Y así llegaron las jornadas claves de Las Cortes españolas. O sea, los debates del Proyecto de la Ley para la Reforma Política.

 

El pleno de aquellas Cortes, donde se iba a aprobar o rechazar el Proyecto se inició exactamente a las 5 de la tarde del 16 de Noviembre y duró hasta las nueve y media de la noche del día 19 (justo unas horas antes de que se cumpliese el prer aniversario de la muerte de Franco, con lo cual se cumplía el vaticinio de un gran conocedor de las candilejas del viejo Régen: “ El día que muera Franco “esto” no dura ni un año”). Aquello no iba a ser fácil, que las espadas estaban en alto y que todos sabían lo que allí se iba a jugar.¿ Habría sacado adelante la Ley el Presidente Suárez si allí no hubiese estado sentado en la Presidencia el sibilino Torcuato Fernández Miranda?. Porque la últa “trampa saducea” del asturiano fue la elección de los Procuradores que iban a defender el Proyecto. Por indicación de Fernández Miranda Suárez había designado como ponentes a Miguel Pro de Rivera (el nieto del Dictador Pro de Rivera y sobrino de José Antonio Pro de Rivera, el fundador de Falange, y otra parte gran amigo y compañero del Rey Juan Carlos), Belén Landáburu (una castellana ligada a la Sección Femenina), Lorenzo Olarte, Noel Zapico (un líder de los Sindicatos Verticales) y Fernando Suárez (un brillante catedrático de Derecho Laboral y uno de los mejores Ministros de Trabajo de Franco). Porque ¿quién podía acusar a los ponentes de “traidores” con el pedigrí de sus biografías?.

 

Fueron tres días de intensos debates y forcejeos de las partes. Miguel Pro de Rivera estuvo muy acertado en la presentación del Proyecto, pero fue Fernando Suárez (en contraposición al Presidente Suárez a este le llamaban “Suárez el bueno”) quien mantuvo a raya a los más recalcitrantes defensores de las Leyes Fundamentales del franquismo que estaban en vigor. Los razonamientos jurídicos de “Suárez el bueno” convencieron a muchos de los allí presentes y fue deshaciendo argumento argumento a los del Bunker.

 

Eso sí, ni los miembros de la ponencia, ni el Presidente del Gobierno, ni siquiera el “cerebro” Fernández Miranda pudieron evitar una cierta sonrisa cuando uno de los Procuradores más agudos dijo: “ Señorías, esto está claro. Franco dijo al morir que todo estaba atado y bien atado, y era verdad. Todo estaba bien atado con un nudo insalvable, si, pero para los de fuera, pero no estaba atado ni podía estarlo para los de dentro, para los de casa, para los de los juramentos y los compromisos, y han sido estos, y no nos engañemos, los que hoy están desatando el nudo insalvable. Y lo más gracioso es que no vamos a tener más remedio que a sabiendas suicidarnos. O sea, nos están pidiendo, Señorías, que nos hagamos el harakiri, al estilo japonés. Pues el mío ya lo tenéis. Me retiro y me voy a mi pueblo”.

 

En resumen, que la Ley para la Reforma Política fue aprobada 425 votos a favor, 59 en contra y 13 abstenciones. Y Suárez saltó de alegría y aplaudió más que nadie. Aquello era el  Austerlitz de Napoleón para Adolfo Suárez.

 

Sin embargo, hubo algo que no le gustó al “cerebro” Fernández Miranda. Tal vez para los demás, e incluso para el propio Presidente del Gobierno, pasó inadvertido que los seis Tenientes Generales y Procuradores de designación directa y Consejeros Nacionales (Antonio Barroso y Sánchez Guerra, Juan Castañón de Mena, Alfredo Galera Paniagua, Carlos Iniesta Cano, José Lacalle Larraga y Alfonso PérezViñeta y Lucio) votaran en contra. Porque eso significaba que Suárez no había convencido al Ejército en su famosa reunión de Castellana 3.

 

Tampoco al Rey le gustó este hecho, como podremos ampliar en un próxo artículo.

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