Estuve hace poco en Francia y volví a reafirmarme en la idea de que en aquel país la sociedad civil sigue bastante más viva y bastante más coleante que en el sur Pirenaico.
Los medios de comunicación abordaban profusamente el tema de las elecciones prarias socialistas para elegir el candidato a las presidenciales de 2012. El prer debate televisado de cinco candidatos convocó a varios millones de telespectadores y generó bastante expectación. Aparte de este ejemplo tan de actualidad, basta con seguir alguna tertulia en las televisiones galas para ver que la variedad de temas, el perfil de los entrevistados o de los periodistas ponen de manifiesto un nivel cultural más que razonable y una clara motivación debatir atando.
En España se pusieron de moda las tertulias hace unos años y continúan con cierto fuelle aunque tal vez las audiencias empiezan a acusar el cansancio. Aquí se habla principalmente de política; cualquier excusa es buena para llevar el debate al tono de la confrontación que suele desembocar en un enconado enfrentamiento de ” o ellos o nosotros”. Toda esta visceralidad y teatralización, que los dos partidos mayoritarios usan en su beneficio, demuestra una cierta pobreza del discurso.
¿Por qué no se debaten en profundidad temas sociales o culturales? La crisis sirve de excusa perfecta para centrar los discursos en dinero, recortes, corruptelas, políticos y demás aledaños.
¿Es necesario tener a los políticos y a la política hasta en la sopa? ¿Es inevitable tener que alinearse con uno u otro bando vilipendiando en el camino a aquel al cual no se defiende?
Creo que el problema de fondo es que en España arrastramos unas carencias históricas en educación que combinadas con 40 años de discurso monocorde durante la dictadura franquista han generado un vacío mayúsculo en la sociedad civil, dejando al país huérfano de elites culturales.
¿Quiénes son las elites? ¿Dónde están los intelectuales? ¿Dónde el periodismo independiente? ¿Y las figuras ejemplares que deben servir de ejemplo a toda sociedad?
Haberlos, haylos, como las meigas, el problema es que son muy escasos y apenas se les da cancha.
La clase política española, y aquí coincidos en algo casi todos los ciudadanos, está enquistada en su chiringuito y muestra una cara bastante mediocre e interesada. Frente a esta, el contrapeso deberían procionarlo esas personas formadas, voces propias y sólidas que ayudasen a generar un debate plural y constructivo.
No es el caso, el ruido, la demagogia, el entreteniento fugaz y el consumismo desmedido nos han metido en una especie de lavadora que nunca para. Damos vueltas y vueltas, centrifugados y mareados, y hacen falta personas capaces de apretar el botón del “stop”.
Sin esas ausentes elites es difícil cambiar el modelo, es posible tomar otro camino y salir de este rumbo de colisión que llevamos desde hace tanto tiempo. La sociedad civil somos nosotros, y de ahí tiene que venir el cambio liderado quienes abren el camino de la jungla y muestran nuevas sendas.
¿Dónde se ocultan estos referentes? ¿Conoces a alguno?