Según San Agustín en una tragedia perdida de Séneca aparecía un personaje griego tan curioso que había quedado en el mundo grecolatino como símbolo de la lucha el poder. Contaban que aquel griego quiso saber cómo eran realmente el Infierno y el Cielo y ni corto ni perezoso se embarcó en dirección al Hades (Infierno), que al parecer estaba situado en las entrañas de lo que hoy es Andalucía.
PERSONAJES DE AYER Y DE HOY / Julio Merino Llegado allí descubrió enseguida (al margen del fuego y los horrores que se cuentan) que allí solo vivían bien los 10 demonios jefes, empezando, claro está, el gran jefe que no era otro que Lucifer. Pero, como él no quería ser uno más de aquellos millones de seres tostados en las parrillas infinitas (y siendo rico como era, comenzó a comprar uno a uno a los diablos jefecillos y al prero de todos Sargatanás). Después se fue a Belcebú. Luego Artaroth…y así fue comprando a Satanachia, Lucifogo (el rey del engaño y las cloacas), Marbás (coordinador general de traiciones y puñaladas), Buer, Nebirós y Zatacás. Hasta que llegó a hacerse el amo del Hades.
Sin embargo, cuando quiso abandonar aquel lugar siniestro y volver a su Grecia se enfrentó a una realidad que le habían ocultado sus demonios comprados, que el único que podía autorizar su salida era Lucifer y a él se fue. Pidió, suplicó, ploró y se puso de rodillas, pero todo en vano. Lucifer no daba el permiso. Entonces se puso a estudiar al Gran Jefe, el emperador de los infiernos, hasta que descubrió los dos puntos débiles de aquel demonio superpoderoso, que no eran otros que las mujeres y el oro. Así que se puso manos a la obra y transformó todo su dinero en lingotes de oro y sirviéndose de Nebirós (el Mariscal de Campo de todas las zorras del Hades) buscó todos los rincones del gran horno hasta encontrar tres jóvenes más bellas que la más bella romana, que milagrosamente habían resultado ser inmunes al fuego y habían conservado sus bellos cuerpos humanos.. Y Lucifer se ablandó ante la belleza y el oro y permitió que el griego saliera del infierno.
Pasados unos años, los justos para rehacer su fortuna, inició el camino que le llevaría a la “morada de los dioses”, o sea el Monte Olpo (que algunos sitúan en Grecia, aunque en realidad estaba en el subsuelo de aquellas tierras que quedaban al otro lado de los océanos (según Séneca), o sea lo que hoy son las Américas) donde habitaba Zeus el padre de todos los dioses. Llegado allí pronto se dio cuenta que también sólo unos cuantos eran de verdad los amos. Concretamente doce. El prero de todos, claro está, era Zeus (el Júpiter romano), el rey y señor del Olpo, el que todo lo puede, todo lo ve y todo lo oye. Su pájaro preferido era el águila. Inmediatamente después, pero a su lado, aparecía Hera (la Juno romana), era la mujer de Zeus. Después descubrió el gran poder que tenía Poseidón (el Neptuno romano) que era el dios de todos los mares. Su anal predilecto era el caballo y él fue quien regaló al hombre el prer caballo…y así se fue conquistando a Palas Atenea, a Febo, a Plutón, a Artemisa, a Hermes, a Afrodita, a Ares (el Marte romano, dios de la guerra, e hijo de Zeus y Hera), a Hefesto (Vulcano, el dios del fuego) y a Hestia.
Pero aquel griego llegó al Olpo disfrazado de cordero y hombre bueno y con sus sibilinas artes se los ganó a todos y fue subiendo los peldaños del poder hasta casi alcanzar a Zeus (“No hay cojones para negarme a mí una televisión en España”).
Bueno, dejémonos de mitologías, infiernos, cielos, dioses y demonios y hablemos del personaje más poderoso de la España de la Transición. O sea, de don Jesús Polanco Gutiérrez, aquel a quien llegó a conocerse como “Jesús del Gran Poder”. Aquel que llegó a ser una de las más grandes fortunas de España y del mundo.
Jesús Polanco Gutiérrez nació en Madrid el 7 de noviembre de 1929, en el seno de una familia de militares originaria de Cantabria, comunidad a la que Polanco estuvo siempre muy unido, que allí paso su infancia y su adolescencia. Muy pronto se quedó huérfano y para poder estudiar Derecho en la Universidad Complutense no tuvo más remedio que ponerse a trabajar como vendedor de libros a domicilio. Por aquellos años era un convencido falangista y miembro del Frente de Juventudes, en la centuria García Morato. También perteneció al SEU, otra parte cosa casi obligada en aquellos tiempos. ¿Quién no era en los años 40 y 50 falangista o del Moviento Nacional en España?.
En 1958 creó la Editorial Santillana, con un solo empleado, dedicada a la distribución de caligrafía y cartillas de alfabetización. Fueron tiempos difíciles para él. Yo mismo, siendo redactor jefe del Semanario “Servicio” (el que llegaba, suscripción obligada, a todos los maestros de España), le recuerdo yendo todos los jueves a la Redacción con una carpetilla debajo del brazo en la que nos llevaba los originales de la página de publicidad que tenía contratada anunciando su editorial. Muchas de aquellas tardes (años 1966, 67 y 68) nos bajábamos a un bar que había en la esquina de la calle Moreto nº 8 y me hablaba de sus proyectos. Era un hombre ambicioso. Curiosamente años más tarde, cuando ya era el factotum de “El País” un día nos citamos en aquel mismo bar (yo ya era subdirector de “Pueblo”) y me dio las gracias aquellos días del pasado y me propuso que me incorara a su equipo. No acepté amistosamente y quedamos en vernos alguna que otra vez. No nos volvos a ver nunca más.
Pero, el gran momento de Jesús Polanco llegó en 196970, cuando el Ministro de Educación Villar Palasí puso en marcha la “Ley General de Educación”, que fue una verdadera revolución del sistema educativo español. Porque Polanco fue más listo que todos los demás editores y dio el “pelotazo” de su vida, sólo sería el prero de los muchos “pelotazos” que daría en su vida empresarial.
Aquello no quedó claro, ni entonces ni después, pues resultó que cuando el Ministerio sacó a concurso los libros de texto que se iban a poner a nivel nacional y dio 15 días de plazo para las propuestas editoriales, sólo Santillana pudo presentarse y claro está quedarse con la millonaria edición total de aquel curso. Entonces se dijo que Polanco había “comprado” información privilegiada en el propio ministerio, pero eso nunca se pudo comprobar. Sí se comprobaría pocos años después que en el organigrama del grupo Prisa apareció como alto ejecutivo Ricardo Díez Hochleitner que curiosamente fue el Secretario General y Subsecretario del Ministerio de Educación durante el ministerio Villar Palasí.
Ahí arrancó la “larga marcha” de Polanco a la conquista del Poder.
Una marcha que se prolonga cuando en los últos años del franquismo se sube al carro de “El País” y se hace con el control del periódico, que como diría el propio Polanco, el periódico iba a ser “mi cañón Bertha”, aludiendo al famoso cañón al que bautizaron con el nombre de la hija del rey del acero alemán. Y ciertamente, o como se demostraría durante toda la Transición, “El País” llegó a ser el arma más poderosa de España. Un editorial de “El País” podía cargarse a un ministro, a un competidor molesto o a un adversario declarado. Sobre todo en 1982 cuando llegaron al poder los socialistas, con la ayuda pagable de “Jesús del Gran Poder”. Porque a partir de ese momento Felipe González y Polanco llegaron a ser como un solo dios. Todo lo podían y todo lo conseguían. Uno la política y otro el dinero. Así fue creciendo el perio del grupo Prisa. Así fueron cayendo en sus redes editoriales como Altea, Taurus, Alfaguara, Mangold, Aguilar y muchas más.
Fueron también los años de la expansión en las Américas. Su prera base de operaciones la situó en Colombia y de allí se fue extendiendo todos los países Sudamericanos e incluso Estados Unidos. Fue allí donde aprendió que los grandes negocios se hacían en base a tres columnas fundamentales: a) Conexiones con el poder. b) Tráfico de influencias. y c) Pago de comisiones. Sería largo contar o aclarar el gran entramado de sociedades que el Grupo tenía y sigue teniendo en aquellos países. No en vano el propio Polanco diría un día “Mi fortuna no está en España, mi Gran Fortuna está en América”.
Pero Polanco no se conformaría con “El País” y los libros de texto, pues cuando llegaron las televisiones privadas no hubo más remedio que darle al poderosíso “Jesús del Gran Poder” el monopolio de la televisión de pago (“Canal Plus”). Ya saben lo que dijo entonces: “No hay cojones para negarme a mí una televisión en España” y ciertamente no los hubo. Como no los hubo cuando se propuso quedarse con la Cadena Ser y Antena 3 Radio. Y es que para el dúo GonzálezPolanco no había fronteras insalvables (bueno, en realidad no era un dúo sino un trío, que a ellos dos había que sumarles al propio Rey de España). Durante los 14 años de gobierno de don Felipe el perio fue creciendo de tal forma que llegó un momento que ya no se sabía quien mandaba realmente en España, si el Rey, Felipe González o Jesús Polanco. Porque como se demostraría ya en los años 90 Felipe perdió el gobierno y Polanco siguió creciendo hasta llegar a ser como un dios intocable. Ni siquiera José María Aznar pudo con el Imperio. Quien se pusiera en frente de Polanco era hombre acabado, que o lo echaba a la ruina o tenía que marcharse de España. Y todo ello que a su lado estuvo siempre un hombre diabólico, Juan Luis Cebrián, el hijo del también falangista Vicente Cebrián, ya que si don Jesús era el económico Cebrián era el político, el hombre que dirigió “El País” muchos años y en el que todavía sigue mandando, el intocable del Grupo, entonces y ahora.
De ambos escribe Jesús Cacho en su libro “El negocio de la libertad” estas palabras: “Polanco y Cebrián. He ahí un dúo mortal de necesidad, responsable en gran medida de todo lo malo que, en el orden de la perversión de los valores democráticos, ha ocurrido en España en las dos últas décadas. Cebrián es un tipo listo, bastante más inteligente que Polanco, aunque Polanco es mucho más astuto que Cebrián. Más culto Cebrián, más tête à terre Polanco. Más refinado Cebrián, pero con mucha más visión para el negocio Polanco”.
Un dúo mortal…y si no que se lo pregunten al juez Javier Gómez de Liaño, el único que se atrevió con ambos. Fue expulsado de la Audiencia Nacional y de la Judicatura.
Y así podíamos seguir hasta las 650 páginas que Cacho le dedica en su obra. Pero no lo vamos a hacer y nos vamos al final de su vida.
Jesús Polanco Gutiérrez murió en Madrid el 21 de julio del 2007, a los 77 años de edad y desde esa fecha empezaron los problemas del Grupo Prisa. (Los problemas que le llevaron a vender en el año 2010 el paquete de acciones mayoritario al Grupo Liberty Acquisition Holding).
Fue el entierro más sonado y más concurrido que se conocía en Madrid. Fue algo grandioso, como lo demuestra la presencia de numerosas personalidades del mundo de la política, la cultura, la economía y el periodismo. Allí estaban, entre otros, el ex presidente del Gobierno, Felipe González; el ex presidente de Colombia y presidente de la Fundación Santillana en América, Belisario Betancur; el alcalde de Madrid, Alberto RuizGallardón; el presidente de la Generalitat de Cataluña, José Montilla; el de la Junta de Andalucía y presidente del PSOE, Manuel Chaves; el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín; nueve ministros del Gobierno; Enrique Iglesias, secretario general iberoamericano; Javier Solana, alto representante de Política Exterior de la Unión Europea; Javier Godó, presidente de “La Vanguardia”; Santiago Ybarra, de Vocento; Jae Castellanos, ex presidente de Recoletos; el presidente de El Corte Inglés, Isidoro Álvarez; de la Caixa, Isidro Fainé; de Telefónica, César Alierta; de Banesto, Ana Patricia Botín; de ACS, Florentino Pérez; de Hispasat, Petra Mateos; de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán; el consejero delegado de Inditex, Pablo Isla; Carlos y Juan March, banqueros; Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE; Emilio Ybarra, ex presidente del BBVA; Jae Terceiro, ex presidente de Caja Madrid; Luis Ángel Rojo, ex gobernador del Banco de España; el escritor y premio Nobel José Saramago y su esposa Pilar del Río; el escritor Fernando Delgado; la directora del MACBA, Ainoa Grandes; el cardiólogo Valentín Fuster, elpresidente del Fútbol Club Barcelona, Joan Lata; los rectores Ángel Gabilondo (Universidad Autónoma de Madrid), Salvador Ordóñez (Universidad Internacional Menéndez Pelayo), Carlos Berzosa (Universidad Complutense de Madrid) y muchos más.
Claro que aquellas personalidades se encontraron a la salida del cementerio de la Almudena con algo que no estaba previsto en el guión, un grupo de mozalbetes que repartían octavillas con un texto curioso que decía:
ÚLTIMAS PALABRAS DE “JESÚS DEL GRAN PODER”
Por donde quiera que fui,
la razón atropellé
la virtud escací,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a los infiernos bajé,
yo a los cielos subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.