Palabra de galego prudente: En la autovía de Coruña a Vigo, muchos coches le pueden a Vd. adelantar a más de 130 hora. O sea, que mis paisanos y sus afluentes se pasan la legislación el forro. A la Guardia Civil ni la ves, y en muchos pueblos de historia antigua el pro de turno te dice mientras le escuchas asombrado aquello de: non te poñas o cinto que El qui os guardias non che din nada. Amén. Por lo demás, mi tierra se recupera de los últos incendios provocados, como siempre, o sea, a base de frentes lluviosos, mientras la maderera que hay en Santiago sigue contaminando la catedral y hasta la Rua del ParísDakar, que se llena de peregrinos a la hora del vino y la empanada de xouvas. ¿Y los cementerios? Estos días llenos, tanto de vivos como de muertos. Es una auténtica vorágine en la que faltan floreros para tantas flores que unos y otros les llevamos a los que ya no están entre nosotros. El culto a la muerte en pleno esplendor, y a continuación la comida en familia, donde las nécoras, los camarones y los centollos que acaban de salir de la veda se pillan según la economía de cada uno. Ahora triunfa el Mencia de la Ribeira Sacra, pero el Albariño y el Ribeiro resisten bravamente el paso del tiempo. La Galicia eterna de mi niñez metida en harina en la fiesta Dos Santos. Un viaje inolvidable. Uno más hasta que el cuerpo aguante.
Manuel Fernando González
Editor y Director