En la Tierra a lunes, diciembre 15, 2025

16 / TORCUATO FERNÁNDEZ MIRANDA (y 2)

Volvamos a Torcuato Fernández Miranda, el cerebro que supo transformar la Dictadura en Democracia, el inventor de Suárez y la Ley de la Reforma Política. Volví a verlo en mayo, cuando ya peligraba mi dirección de “El Imparcial”… y todavía recuerdo la cara que puso cuando le ofrecí que escribiera una columna diaria en el periódico. “O sea, que quieres hacerme columnista ¿Y qué no?, puedes hacerlo con tu nombre o un seudóno.

 

 

PERSONAJES DE AYER Y DE HOY / Julio Merino ¿Con seudóno?… ¿Y qué seudóno has pensado para este profesor postergado?… Mira Torcuato, déjate de bromas, tú eres una gran pluma y sabes de todo esto más que todos nosotros. Aquí están pasando muchas cosas y tú puedes atar alguna luz. La Monarquía… Por favor, no hablemos de la Monarquía. Yo sólo tengo dudas, a veces dudo hasta de mí mismo. Mi vida es ahora mismo un mar de dudas. Además, yo sólo soy ya como decía Ortega un superviviente de la Historia. O sea como Hamlet. Hombre, Merino, ese podía ser el seudóno. Yo había pensado otros dos: Napoleón o Séneca. De Napoleón nada, yo nunca podría ser un Napoleón. Napoleón nunca dudó… bueno, quizás en Waterloo. Pero Napoleón cambió el curso de la Historia. Sí, pero a la bayoneta. Yo soy y he sido siempre un hombre de paz. ¿Y Séneca?… No me tientes, desde que leí tu “Séneca” y su “via crucis” yo a veces me siento Séneca. Séneca fue, como tú, el preceptor del Príncipe y el “cerebro” del mejor Nerón. Sí, pero mira cómo terminó… Para mí no vale aquello de que “a cualquier precio el Poder jamás es caro”. ¿Entonces?. Mira, sí, me gusta la idea, pero prefiero firmar como “Hamlet”. Hamlet es la duda, como yo ahora mismo. En cualquier caso, déjame que lo piense…”

 

Sin embargo, yo no pensé más y aquella misma noche incluí una “nota” en la prera página de “El Imparcial” anunciando a bombo y platillo que habíamos fichado como “columnista” a uno de los personajes más brillantes del pensamiento político español y que muy pronto comenzaría a publicar una columna bajo el título “Las dudas de Hamlet”. Fue entonces todo un “notición”. Aunque más lo fue tras la aparición (19 de mayo de 1979) de su prer artículo, pues durante muchos días no se habló de otra cosa en las tertulias políticas de Madrid. Todo el mundo quería saber quién era “Hamlet”.

 

Pero mi gozo cayó en un pozo en tan sólo 24 horas. Porque el mismo día que se publicó su prera columna, me llamó y ditió. “Hamlet me ha vencido a la prera y no escribo más me dijo. Lo siento, Director, que sé que te creo un problema, pero no puedo seguir. Sé demasiado y sé que debo guardar silencio. No se puede salir a escena sin decir lo que está pasando entre bastidores. La rebelión de las marionetas me ha hecho más daño del que yo mismo creí. Hamlet era más falso que yo. Me siento potente, como desnudo… Ahora os admiro más a los periodistas”.

 

“Pues no, Hamlet no va a morir le respondí con pillería que yo no puedo matar a Hamlet justo al día siguiente de nacer… Hamlet seguirá firmando su columna, y ya que tú me creas un problema, yo te voy a crear otro a ti… que a partir de mañana voy a intentar ser Torcuato Fernández Miranda…”

 

Bueno, y así fue, así lo intenté. Porque durante un tiempo “Hamlet” siguió firmando sus dudas en “El Imparcial”. Algunas mañanas, eso es verdad, me llamaba y me decía: “Eres un perverso. Haces de Torcuato Fernández Miranda mejor que Torcuato Fernández Miranda. Te felicito… pero, me estás jorobando, que todo Madrid cree que Hamlet, ciertamente, soy yo. Me vas a obligar a contar la verdad”.

 

Pasó el tiempo, yo tuve que dejar la dirección de “El Imparcial” (esta es otra historia en la que él también participó) y me fui a Barcelona a dirigir el famoso “Brusi”. (Por cierto, que allí conocí a otro de los políticos clave de la transición. Don José Tarradellas… ¡qué gran personaje!).

 

Fue a la vuelta, ya en la pravera de 1980, su últa pravera, cuando volvos a vernos y a hablar en profundidad. Él me invitaba a comer en el despacho que utilizaba en la calle Abascal y yo le llevaba los “últos” rumores” de la Villa y Corte. Pero ya no era el Torcuato de 1975, ni el de la “transición modélica”. La seguridad, el convenciento, el torrente de ideas de entonces habían dado paso a un pesismo rayano en la náusea, parecía como asqueado de todo, desilusionado, desesperanzado, un místico de la catástrofe… Curiosamente entonces se volvió más locuaz, al menos conmigo. Repetía con insistencia que había que repristinar

 

   ¿Y qué es repristinar? le pregunté.

   Prístino es lo antiguo, lo pritivo, lo prero, el origen. Cuando yo hablo de repristinar estoy queriendo decir que hay que volver al origen.

   ¿Y cuál es el origen en este caso?.

   Hubo varios, querido Merino, varios… El prero. La elección de Suárez. El segundo, la etapa constituyente, y el tercero, la configuración del “Nuevo Estado”. El artículo 2 y todo el Título VIII fueron un gran error. Pero, enca de esto, hubo algo más grave, mucho más grave: la mediocridad, la falta de visión de Estado… Sólo te digo que ahora mismo me siento el Unamuno de “Niebla”, aquel Augusto Pérez no me deja dormir”.

 

En abril de 1980 saqué “El Heraldo español” y “resucité” a Hamlet… y Torcuato volvió a llamarme. Su “discurso” era ya el del venir de España. Como aquel Unamuno y Ganivet cuando el desastre del 98. Tras la moción de censura socialista contra Adolfo Suárez del mes de mayo, nos vos para comentar la “humillación” política que había sufrido el Sr. Presidente. Torcuato entonces me abrió los ojos: “No le des más vueltas ni te pongas enfrente del toro sin muletas. El PSOE va a llegar al Poder te guste o no te guste. Además, el Rey lo está deseando e inspirando…”

 

Pero fue ya en junio cuando tuvos la conversación más interesante de nuestra “vieja amistad”. Pocos días antes de San Antonio me llamó y nos citamos, una vez más, para comer… Y hablar. En aquella últa conversación Torcuato, el siempre difícil Torcuato, me abrió su corazón y casi con lágras en los ojos me contó su tragedia. Quizás que yo le acorralé nada más sentarnos a la mesa:

 

    Pero cuándo, cuándo te diste cuenta que los personajes se te habían sublevado, cuándo te diste cuenta que habías perdido el control de la situación…

    Mira, Merino, hoy me vas a permitir que sea groseramente sincero contigo…  aunque también te pido que seas groseramente leal conmigo.

 

Y tras una larga pausa comenzó a hablar. En realidad no hablaba conmigo, sino con él mismo. ¡Pobre Torcuato!.

 

    … Mis problemas comenzaron cuando comprendí que me había equivocado con Suárez y con el Rey. Bueno, más que con el Rey con la Monarquía, o mejor dicho, con el cómo habíamos traído la Monarquía. Fue un error. La nueva monarquía tenía que haber roto con la monarquía de Franco… Tras el 20 de noviembre tuvos que dar otros pasos: el Príncipe tuvo que renunciar a sus “derechos franquistas” y empezar de cero. El Consejo de Regencia debió disolver las Cortes, cesar al gobierno Arias y autoinmolarse en favor de un Gobierno Provisional que convocara elecciones generales a unas verdaderas Cortes Constituyentes. Luego debió celebrarse un Referendum sobre la forma de Estado, para ver qué quería realmente el pueblo español…

 

    Pero, eso era aceptar la “ruptura” que patrocinaba la oposición…

    Sí, pero también era nacer sin hipotecas, las que luego nos maniataron, y desde la legitidad. Yo no era partidario de una Monarquía absoluta, como la que Franco había dejado “atada y bien atada”, pero tampoco de una Monarquía de adorno, como la que a la postre se trajo… y más, cuando en contra de mi criterio, se dio carta de naturaleza al “Estado de las Autonomías y las Nacionalidades”.

    Eso hubiera sido la intervención del ejército… de Franco.

    No digas tonterías. El ejército de Franco era lo que se demostró cuando la “Reforma Política” y el reconociento del partido comunista… Peor es la encrucijada de hoy, que eso de las nacionalidades traerá la ruptura de España y, antes, la caída de la Monarquía.

    Pero ¿y Suárez? ¿y el Rey?

    Eso es lo más grave. Antes me has preguntado que cuándo perdí el control de los personajes y de la situación… pues ahora voy a responderte. El día que comprendí que Adolfo era el banquero. Y no pongas esa cara. A buen entendedor, con pocas palabras basta.

    ¿Entonces?

    Entonces… (y aquí guardó un largo silencio). Lo más grave es que me siento potente y atado a mi propia biografía. Soy como un esclavo de mí mismo… ¿Cómo? ¿Cómo voy a decir yo ahora, a mis años, que me equivoqué y que he sido vilmente utilizado, sin que alguien me llame tonto a la cara?… Y sin embargo (otra pausa prolongada), y sin embargo, querido Merino, así ha sido. Creo que nos hemos equivocado todos, pero yo más que muchos. ¡Y ésta es mi tragedia! ¡Quise y luché ayudar a mi Patria y ahora estoy convencido de que no elegos el buen camino… Me miro al espejo y no resisto mi propia mirada… ¡Y lo peor es que no lo puedo decir, ni puedo hacer nada!… ¡Nada!… Me siento como Prometeo encadenado.

    Puedes escribir,

    Sí. Y eso estoy haciendo. Pero también ahí me siento atrapado. Me atenaza el futuro de mis hijos… me atenaza el no saber qué puede pasar cuando yo no esté. Me atenaza mi propia vida… me atenazan la lealtad y la verdad. En fin, me siento como los personajes de las tragedias griegas, potente para “repristinar” y evitar el final trágico puesto los dioses… Soy como aquel Tomás Becket en la Catedral…

 

Y me duele España… me duele el cuerpo… me duele el alma… me duele mi vida… ¡Me duele todo!… Como al pobre Carlos II en el últo instante de su vida…

 

(Aquí, en ese momento, y lo recuerdo como si fuera hoy, calló hondamente y sus ojos se nublaron de lágras rebeldes… Yo estaba anonadado y tan hundido como él. Por eso mis palabras posteriores fueron un susurro).

 

    No te pongas así, Torcuato. Tú hicistes lo que tenías que hacer, lo que creías que debías hacer…

    Eso es verdad… pero, ¡Dios, qué gran pueblo si hubiese buen Señor!

    ¿Y qué no te confiesas al Rey y le dices todo lo que piensas?

    Porque el Rey ya no quiere hablar conmigo… Ahora son otros… Yo resulto molesto… ¿Recuerdas lo de tu “Seneca”? ¡A cualquier precio el Poder jamás es caro!… El banquero lo entendió mejor que yo y ganó la partida. Yo no di tancia a las debilidades humanas.

    ¿Y ahora qué?

    ¿Ahora? Esperar.

    ¿Esperar… qué?

    Lo de siempre: que España caiga otra vez en los separatismos (y con las “nacionalidades” aprobadas llegarán, seguro, las independencias. Cataluña y el País Vasco serán las preras), en la corrupción (el caso Lerroux y el estraperlo serán cosa de risa lo que ya estamos viendo y oliendo en esta Transición) y en la anarquía política barriobajera…Y yo me siento culpable… ¡groseramente culpable!… Ortega tenía razón: no es esto, no es esto… ¡Delenda est Monarchia!… La Monarquía se suicidó con la Constitución del 78. Jamás debió aceptar el Rey quedar sólo de árbitro. Un jefe de Estado no puede ser una figura decorativa. Fíjate ni siquiera la República cayó en eso. Alcalá Zamora y Azaña tenían, al menos, el poder de designar al Presidente del Gobierno y el de cerrar Las Cortes y convocar elecciones generales. El Rey tuvo que “reservarse” esos derechos y, supuesto, el veto a la participación de España en guerras exteriores. Ni tampoco debió aceptar que el Tribunal Constitucional cayera en manos de los políticos. Bueno, Merino, dejemos actuar al destino, esto ya no tiene remedio… ¡Hemos vuelto a perder otra ocasión histórica!… Dentro de unos días me voy a Londres, cuando vuelva te llamaré, quiero que leas algo de lo que tengo escrito… y sobre todo lo que estoy escribiendo ahora. ¡Que Dios me coja confesado!.

 

Pero Torcuato murió aquel 18/19 de junio, y ya no volvió. (Curiosamente vino a morir el mismo día del aniversario de la batalla de Waterloo…). Su cerebro y su corazón no resistieron. Y aquella noche, al conocer la noticia de su muerte, Hamlet se sentó una vez más a la máquina y escribió, llorando, el adiós postrero al “viejo amigo”. Un largo artículo que bajo el título “MUERE EL AUTOR DE LA “TRAMPA SADUCEA”” comenzaba diciendo: “Esta noche Hamlet está de luto. Esta noche Hamlet llora la muerte del maestro. Esta noche Hamlet, apesadumbrado y triste, desesperanzado y melancólico, medita sobre los vaivenes de la fortuna y el destino de los grandes hombres. Esta noche, negra noche de un día del mes de junio, a caballo casi entre la pravera y el verano, Hamlet ha comprendido, de golpe, que los dioses están enfadados… y que sus “poderes fácticos” se han desatado contra España. En fin, esta noche Hamlet llora hondamente la muerte de su amigo Torcuato Fernández Miranda. Elsinor está de luto y nadie se atreve a romper el dolor del príncipe de Dinamarca.”

 

¡Ay si don Torcuato levantase la cabeza y viese cómo está España a la altura de este ya casi 2012!. Un Estado de las Autonomías que ha llevado a España al desastre; la corrupción más grande que conocieron los siglos, si ya hasta el yerno del Rey mete la mano y los pies en las cajas, y una Monarquía que se tambalea. ¡Menos mal (que no hay mal que bien no venga) que aquel hombre íntegro, sibilino, culto y previsor no llegó a ver todo lo que los demás estamos viendo!. ¡Ironías del destino!. Aquel destino en el que al final vino a depositar sus desilusiones y desesperanzas.

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