No es nada fácil ejercer de alcalde y mucho menos, ser una alcaldesa querida y respetada la mayoría de los vecinos. Y si a esa tremenda dificultad, le añados que eres la Señora de un ex Presidente del Gobierno, la cosa adquiere tintes de crónica negra al mejor estilo de John le Carré . En esa tesitura se encuentra Ana Botella que también es Señora de Aznar, un político que, o te cae con un tiesto en la cabeza, o el contrario, como la versión contemánea del Capitan Trueno. Con semejante personalidad, que el interesado no solo no oculta, sino que trata de mitificar a través de una relaciones internacionales muy controvertidas o bien, diciendo lo que piensa, aunque ello provoque un terremoto en su propio partido, no es de extrañar que la gente mire a la Señora Botella con cierto resquemor, a priori muy injusto, ya que ella debe ser ella misma en tiempo presente y su marido su pareja, aunque políticamente ya se conjugue en pasado perfecto. Por eso, hoy los madrileños estrenan alcaldesa a la que ya conocen sus aciertos o sus errores como concejala, un bagaje, que deben valorar enca de que ella sea la Señora de Aznar. El beneficio de la duda y los cien días de tregua se le deben otorgar derecho como a cualquier otro ciudadano que quiera ser Alcalde de una de las ciudades mas bellas de España, pero también de la mas endeudada de Europa, que es el marrón que le deja su benefactor político Alberto Ruiz Gallardón, quien se va a un Ministerio dejando los deberes municipales sin concluir. Ojalá la nueva Alcaldesa pueda rematarla la faena matando a este Miura de una estocada y sin descabello. Para ella serán las dos orejas y rabo y supuesto, la vuelta al ruedo.
Manuel Fernando González
Editor y Director