Saltaba hoy la noticia de que Brasil ha adelantado al Reino Unido como la sexta economía más grande del mundo. Esto vendría a refrendar el parable ascenso de los BRIC(Brasil, Rusia, India y China) como las grandes potencias emergentes para el siglo XXI.
No es cuestión de discutir las macrocifras pero si de matizar las realidades sociales de los países. Hace pocos días veíamos otras estadísticas donde el mismo Brasil era el país del mundo donde más desigualmente repartida estaba la riqueza; lo de siempre, unos pocos ricos viven a todo trapo y los miserables se cuentan millones.
¿Es esta la única manera de crecer? ¿Fue así el ascenso de los países occidentales desde finales del siglo XIX hasta finales del XX?
La historia debería mostrarnos que caminos se deben y no se deben transitar en pos del bienestar económico, parece que no aprendemos y los errores se repiten generación tras generación.
Es consenso generalizado que los países que hoy llamamos desarrollados, caso aparte es Japón, iniciaron su despegue económico gracias al pulso colonizador. La prera ola del tsunami fue la conquista de América y la segunda y definitiva ola sería la colonización de finales del XIX, centrada en Africa y Asia.
Hoy en día vivos bajo el supuesto del libre comercio, la libre competencia y la desregulación de los mercados. De ser esta premisa cierta, ¿Es posible competir jugando con diferentes barajas?
Los europeos y los estadounidenses libraron su batalla el desarrollo explotando sus notorias ventajas frente a naciones que hoy en día son las que disponen de comodines que les van allanando el camino hacia una revancha histórica.
Es posible competir contra China e India cuyas leyes laborales son mucho menos protectoras del trabajador que las nuestras. La letal combinación de aburguesamiento y envejeciento de nuestra Europa anticipa un escenario bastante complicado para este siglo agitado que tantos disgustos nos lleva dando en su prera década de andadura.
Todo tiene su momento, y salvo un drástico cambio de rumbo, sin áno de ser agorero, los augurios parecen indicar que la Europa que vivos hasta antes de ayer no volverá en un horizonte cercano.
La historia tiene tantas y tantas vueltas de tuerca que al final acaba saltar el engranaje.
Cuando uno juega a las cartas entre tahures la única manera de sobrevivir es guardarse un as en la manga. ¿Lo tenemos o acabarán las generaciones venideras emigrando a las costas brasileñas en busca de un futuro mejor?
“Mais samba e mais trabalho tambem” sea tal vez el nuevo reclamo.