Isabel Bermejo es Consultora de Comunicación en Grayling. Cada día desayunamos con una nueva noticia acerca de cómo la crisis actual está afectando a los medios de comunicación de todo el mundo. La grave caída de los ingresos publicidad y los nuevos canales de información que surgen al amparo de la aceleración tecnológica de nuestro siglo son dos de los factores que están perjudicando en mayor medida al modelo tradicional de comunicación.
Solo destacar algunos ejemplos, en los poco más de veinte días del recién estrenado 2012 hemos conocido que la editora del diario Público, Mediapubli, y la empresa MC Ediciones de la que depende un buen número de publicaciones de información y entreteniento, algunas muy consagradas en el mercado español, como Alta Fidelidad, Metal Hammer y Heavy Rock han solicitado judicialmente la declaración de concurso voluntario de acreedores. En ambos casos, defienden que su objetivo es salvaguardar de la mejor forma posible los intereses de todas las partes plicadas y garantizar la viabilidad futura de sus proyectos.
Por otro lado, son cada vez más frecuentes las informaciones sobre los Expedientes de Regulación de Empleo que se están aplicando en la Radio Televisión pública de las distintas Comunidades Autónomas, con la finalidad de reducir costes y aligerar la plantilla, como es el caso de RTVV, en Valencia. Telemadrid y RTPA, Castilla La Mancha TV también podrían anunciar novedades en este sentido en los próxos días. Aún tendremos que esperar un poco más para ver cómo evoluciona el anteproyecto de Ley presentado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el últo Congreso de Ministros, que permitirá a cada Comunidad decidir qué modelo de gestión quieren para su radiotelevisión pública, en función de lo que esté establecido en sus estatutos, abriendo así una vía para privatizar o externalizar sus cadenas.
El ámbito de la prensa gratuita tampoco es ajeno a la compleja situación en la que se halla el mundo del periodismo yhace un mes acabó confirmándose lo que era un secreto a voces. Planeta echó el cierre definitivo a la redacción de ADN, aunque ya lo anunciara un año antes el director de la Asociación de la Prensa Gratuita, Víctor Núñez, quien auguró que “si la crisis continúa como hasta ahora, no habrá mercado para Qué, ADN y 20 Minutos”.
Ante estas perspectivas, hay quienes han preferido dar un giro a su estrategia empresarial. Ya lo dijo Unamuno, “el progreso consiste en renovarse”. Y, en el caso del diario Qué, sus directivos han decidido coger el toro los cuernos, relanzando la propia cabecera con un nuevo diseño que incora códigos BIDI que permiten a los lectores actualizar constantemente la información que ofrece el medio a través de sus smartphones. Con ello busca acercarse más a la audiencia urbana, conquistar nuevos lectores e incorar las ventajas que ofrecen las nuevas tecnologías. El tiempo dirá si este intento de salvar el medio y los puestos de trabajo asociados al mismo da buenos resultados.
En lo que sí coinciden la mayoría de los expertos en el campo de la comunicación es en que el cierre de cualquier medio, ya sea público o privado, conlleva irremediablemente un empobreciento de la actividad periodística. Si cada vez hay menos canales o espacios informativos en los que poder ejercer la profesión, el horizonte se tiñe de un azul oscuro casi negro. Al mismo tiempo que esto ocurre, se produce una pérdida del derecho a la información de cualquier ciudadano. Si bien es cierto que Intet y la progresiva digitalización de la sociedad han permitido que cualquier persona tenga acceso gratuito a contenidos de todo tipo, también han hecho posible que todos aquellos que lo deseen se conviertan en productores de información, a través de sus blogs o perfiles en redes sociales, entre otras plataformas.
Sin embargo, los medios y profesionales de la comunicación han sido, desde los comienzos del periodismo, los grandes gestores de una información de calidad, a la que se presupone unos principios de objetividad y credibilidad. Cada vez existen menos canales de difusión de este tipo de información y al final no son solo los periodistas los que pierden, sino también los ciudadanos que defienden el acceso a una información veraz. En este sentido, recuerdo perfectamente la noche en la que murió el político Manuel Fraga. La noticia comenzó a circular rápidamente las redes sociales y numerosos tales de Intet. Pero lo prero que yo hice fue acudir a los informativos de televisión para asegurarme de que la información era cierta.
En este contexto, los periodistas tendrán que utilizar otras vías para garantizar la pervivencia de su profesión. Hace unos días, tuve la otunidad de asistir a una interesante charla del profesor universitario, conferenciante y bloguero José Luis Orihuela, autor del libro “80 claves sobre el futuro del periodismo”, en la que puso de manifiesto que necesitamos entender que “actualmente hay una cultura diferente de consumo de medios de comunicación. El cambio de modelo de producto y de negocio aplicado a la comunicación trae consigo un cambio en el modelo de comunicación en sí mismo. El futuro es totalmente incierto, lo que sí está claro es que no hay ninguna posibilidad de regresar al modelo antiguo, en el que la gestión de la comunicación estaba sólo en manos de periodistas. El nuevo modelo está obligando al viejo a cambiar. No lo mata, no lo destruye, pero se ve forzado a adaptarse continuamente”.
En cierto modo, seguos anclados a las viejas estructuras y poco a poco nos estamos viendo abocados al cambio. Debemos averiguar la fórmula para seguir adelante y encontrar la manera de que los viejos medios convivan con los nuevos, que solo en lo que respecta a los diarios en papel, ni las cifras de venta de ejemplares ni los ingresos publicidad volverán a ser nunca los de antes.