La crisis ha convertido la economía en el centro de todo. Sobre ella gira el debate y todo el mundo se interesa su devenir, el final de la crisis, lo que queda aún de travesía dolorosa. Creo que estamos en una crisis bastante novedosa que aunque comparte elementos con otras (principalmente la de 1929) se produce en un contexto mundial muy distinto. Compleja, nueva, diferente, fortísa… No pasa nada. Legiones de listos son capaces de juzgar lo que se hace aunque, supuesto, son incapaces de proponer nada sensato.
Me lo decía mi padre: “En este país todo el mundo sabe de medicina, mucho más que los médicos”. Ahora el paradigma de la sabiduría es la economía y el atrevido pueblo español con muchos de sus representantes al frente y los tertulianos en boga, adoctrinan a la población para que con cinco charlas (dos tardes en términos zapateriles) se lancen a saber lo que está bien o mal hecho en política económica.
Vendedores de mantas serigrafiadas con la palabra crisis que condenan y alaban con la seguridad y exactitud de las matemáticas o la química. “Dos y dos son cuatro y no se ocurra mezclar el amoniaco que explota”. Líderes políticos recién llegados a la oposición tras ostentar el poder en la génesis y buena parte de esta crisis y los infalibles sindicatos –curiosamente gozan de una fiabilidad divina, propia de cónclave cardenalicio todos los días nos dicen lo que hace mal el Gobierno, proponiendo más dinero que no se me ocurre de dónde puede salir.
Estamos en una crisis complicadísa que no sabe nadie muy bien qué hacer y, tal vez, lo más correcto sea tirar la calle de en medio. Ni ponerse a gastar como locos lo que no se tiene, endeudándose aún más, ni tampoco pegar unos tijeretazos que dejen la economía completamente amputada.
La receta de los países anglosajones tan segura para muchos, ejemplo de la izquierda y su amor dar a la máquina de los billetes, empieza a hacer aguas. Ojalá que sea un sple tropiezo, pero ahí está. Reino Unido harto de emitir libras sin ton ni son ha vuelto a caer en una recesión y Estados Unidos creció mucho menos de lo esperado no haciendo tan buenas estas prácticas monetarias que se recomiendan como antídoto que hubiera evitado la crisis del 29.
Hay que recurrir al sentido común. España deberá pasar mucho tiempo sin crédito que nos hemos gastado todo lo que correspondía a nuestra generación y algo más de la siguiente. Es como si el Ayuntamiento de Madrid que debe 5.000 ó 7.000 millones de euros, dependiendo de dónde se sitúe políticamente la fuente, prometiese soterrar todo lo que queda de la M30 y parte de la M40. Probablemente Gallardón embriagado de optismo y megalomanía haya enterrado la M30 más kilómetros que los que correspondían a la generación que le tocaba.
Es así de sple y de fácil de entender. Empresas, particulares y administraciones nos hemos gastado el dinero generado y el que está venir, cuando venga. La situación actual es harto compleja y cada uno deberá analizarla con prudencia y sentido común no dejándose llevar eslóganes y tics políticos. Para empezar, estamos en un experento llamado euro que no existía en otras crisis. Nadie sabe muy bien qué hacer y, supuesto, hay que fiscalizar al Gobierno y exigirle un reparto equitativo de las cargas.
Si alguién se atreve a dar sus soluciones ( favor, no demagógicas) encantado de leerlas en esta página. Eso sí, deberíamos evitar radicalismos que ahora prenden muy bien y pueden lamentarse en poco tiempo. Porque aquí de economía, sabemos todos y mucho.
LUIS APARICIO
Director de Contenidos de INVERTIA
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