Marta Correas, consultora en Grayling.Todos estamos de acuerdo en que las nuevas tecnologías, con Intet al frente, han revolucionado el mundo de la comunicación contribuyendo a la elinación de obstáculos y fronteras, físicas y virtuales. El intercambio de información siempre ha estado presente en las relaciones humanas y los avances tecnológicos, en sus diferentes versiones, han fomentado dicho intercambio permitiendo una comunicación más ágil y fluida, más participativa y, qué no, más universal, pero también más personal si cabe.
A prera vista, esto que puede parecer una contradicción, pues la comunicación entre personas no puede ser personal, tiene su sentido. Me explico: gracias a los increíbles adelantos vinculados al mundo de Intet, de las telecomunicaciones, de la informática y de la física, y a raíz del uso masivo de estas herramientas digitales, nos hemos ido desvinculando del factor personal… de la parte química e insustituible que plica el trato directo de la comunicación cara a cara.
El correo electrónico, las redes sociales, el móvil, las aplicaciones de mensajería instantánea son poderosas y veloces herramientas que nos permiten comunicarnos con todo el mundo; cualquiera puede contar su visión de las cosas sin necesidad de ser periodista o un profesional de la comunicación; tenemos más acceso a infinidad de información, buena o mala, cierta o no; y podemos conocer los diferentes caras del prisma de un mismo hecho.
La capacidad de interacción que permiten estas nuevas herramientas, estoy pensando en Intet y las redes sociales principalmente, han supuesto un punto de inflexión en el modo de acceder a la información y en cómo la “consumos”, en la forma de dar a conocer un hecho y organizarnos, y supuesto, en la forma de relacionarnos con los demás.
Los nuevos medios han propiciado no sólo la posibilidad de recaudar fondos para causas humanitarias, la organización de revueltas populares que terminan con regímenes políticos dictatoriales, la denuncia mundial y el conociento de situaciones inhumanas, o una mayor apertura a la libertad de expresión, sino que también han cambiado hasta la forma de transmitir emociones, sobre todo entre algunos colectivos. Ahora podemos manifestar nuestra opinión sobre cualquier cosa a través de Twitter o Facebook, aunque esto no justifica el “todo vale”, podemos compartir información y pregonar cómo nos encontramos a nuestros centenares de amigos y pseudoamigos a los que no conocemos y nunca conoceremos, y estar más predispuestos a establecer algún tipo de vínculo que no pasará más allá de ser virtual.
Sin duda, las comunicaciones digitales nos permiten expresarnos mejor, más y sin pudor, facilitando una nueva forma de comunicación que cuaja más, es más cómoda y espontánea. Pero otro lado, también reducen a la mína expresión las relaciones interpersonales directas, alterando las reglas de esa parte química. Hoy en día podemos trabajar o relacionarnos con otras personas durante años sin conocernos personalmente ni ponernos cara, salvo que mandemos una foto, eso sí, en la que salgamos lo más favorecidos posible, y todo pensando que ésa sea de verdad y no estemos robando la identidad del prójo.
Pero ¿alguna vez nos hemos parado a pensar en que quizá, al elinar ciertas barreras teniendo más posibilidad de comunicarnos, lo que realmente estamos permitiendo es levantar otras gracias a Intet y a los nuevos medios sociales? Ahora ya no nos comunicamos como antes. Ahora nos expresamos más, pero en la mayor parte de las ocasiones no conocemos a nuestro interlocutor, algo que considero tante.
Conocer a la otra persona físicamente, ver sus gestos, su expresión, experentar qué sensaciones nos transmite, comprobar si hay o no química o feeling, es fundamental, pues todo esto también nos da información y ayuda a hacernos una composición más aproxada del otro. Esa comunicación no verbal, ese ponernos cara, es básico en algunos aspectos esenciales de nuestro trabajo, como es el de establecer relaciones personales que vayan más allá de hablar teléfono e intercambiar emails con iconos de caritas o smilyes para tratar de hacerlos más cercanos. En nuestra profesión también es tante potenciar las relaciones públicas y sólo hay una forma de hacerlo: conociéndonos personalmente. Mientras que para algunos estamos inmersos en una gran aldea global, para otros la sociedad se ha convertido en una pequeña población en la que todos estamos más cerca, pero en la que no conocemos a nuestros vecinos. ¡Qué la “fibra óptica” no acabe con la “fibra natural” para relacionarnos!
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