Pues han pasado las elecciones catalanas y los huelguistas de Telefónica, ya cuatro en vez de cinco y cada vez más divididos, siguen liándola. De corazón, no entiendo ese empecinamiento en demostrar lo indemostrable. Esa cerrazón en seguir con la cantinela de que Armenteros fue despedido ‘no ser rentable’ a causa de sus ausencias ‘ enfermedad’. Además de mermar su propia salud, una medida del todo exagerada y fuera del tiesto para el motivo el que protestan, estos cuatro obstinados señores están agotando sus fuerzas y también las de quieres les apoyan, y todo para no conseguir nada. Nada más allá de unas analíticas preocupantes, el sufriento de sus familias y probablemente, meses de recuperación, sobre todo los que ya tenían dolencias previas.
Tan claro está que nada van a conseguir que en sus propios manifiestos, que envían a diestro y siniestro a ver quién les escucha, explican con todo detalle que en la sentencia de Tribunal Superior de Justicia de Cataluña del pasado mes de junio se le daba a Telefónica la opción de indemnizar con una determinada cantidad –casi 118.000 euros o readmitir al trabajador, y que la compañía había optado la prera posibilidad.
Así las cosas, con una sentencia en la mano, toda la ley de su parte, una indeminzación pagada en tiempo y forma y cobrada el damnificado, y una opción de recurso ante el Supremo que Armenteros jamás presentó, ¿qué posibilidades tienen los cuatro jinetes de sacar nada en claro? El paso de los días, lejos de cargarles de razones, se las quita.
Ya solo se sostiene este desagradable asunto si se piensa que lo hacen notoriedad, promoción, llamar la atención, como los chiquillos. No queda ya un gramo de sentido común en esta perreta sindical que está yendo demasiado lejos. Una obstinación que hace mella, además, en los propios huelguistas, cuyos criterios sobre seguir o abandonar distan mucho de ser unánes.
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pedro aparicio pérez
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