La semana pasada nos sorprendió con la decisión de Daniel Vasella de renunciar a una posible reelección a la Presidencia de Novartis. Tras 17 años como máxo representante, y en total 25 en la Compañía, se retira.
Sorprenden las innumerables referencias financieras y económicas que salpicaban las noticias, fruto evidente de una nota de prensa internacional concentrada en los resultados. Pero ese no es el legado de Vasella. Al menos para quienes sabemos nuestro paso la vida empresarial, que los resultados son una consecuencia de una determinada actividad planificada. Pero nadie reflejó esto.
Vasella, que decidió que Novartis invirtiera el 19% de su facturación en I+D para descubrir cuasi milagrosas medicinas, y que fue acusado de practicar un g agresivo con sus medicamentos parte de los fariseos vacuos de turno, fue un líder y un visionario en su época. Y ahí está su grandeza.
En pleno periodo oscurantista e permeable de la industria nos referos al final de la década de los ’90 Vasella estableció que su compañía sería ejemplo de actuación hacia el exterior, como empresa responsable con la sociedad, con el entorno y con la comunicación. Había que hacer las cosas bien, invirtiendo cantidades millonarias en investigar y desarrollar medicinas que salvaran vidas y las prolongaran con salud. Pero además había que explicar esto a la sociedad. Había que contar los riesgos y fracasos que a veces surgen con estas altas inversiones destinadas a investigar medicamentos. Y los éxitos también. Había que generar actividades y programas que, aliándose con su actividad, crearan entornos saludables en la sociedad. Todo esto englobado con una política de comunicación intensa, continua, cuidada y con una relación con lo medios que siempre ha diferenciado a la compañía frente a sus competidores. Incluso para reconocer errores y recomponerse después.
Frente al silencio administrativo que pera, como precepto, en la política de comunicación de algunas compañías líderes, o cuando nos abochornamos que la comunicación es externalizada, algún dirigente que no líder, ignorante del poder y del valor de la comunicación y de su significado, Novartis permanece y mantiene una exquisita y reconocida reputación como líder, fruto de sus inversiones en programas reputacionales y en una más que acertada política de comunicación y relación con la sociedad, instaurada in illo téme Vasella.
Ojalá otros líderes hubieran seguido un camino parecido al que estableció Vasella hace dos décadas. Hoy sería un sector admirado y enaltecido.
Hoy, Novartis es líder en facturación en muchos países y también en España, o al menos eso dicen sus cifras. Pero ese liderazgo no es sólo el resultado de una gestión ejemplar desde el punto de vista científico, financiero y de g. Es el resultado de la más acertada política reputacional y de comunicación que nunca se ha aplicado en la industria farmacéutica.
Ése es el gran legado de Vasella.
*Nunca he tenido relación comercial alguna con Novartis. Escribo desde el conociento y desde mi libertad.
Francisco J. García Pascual
ComDotCom
El artículo reproducido puede ser consultado también en la página web de la agencia Comdotcom.