Imaginemos que la ficción supera a la realidad. Fruto de una recombinación genética y desde un bullente y maternal fluido embrionario presionado en una megaincubadora que ya quisiera Sir Ridley Scott para la enésa versión de Alien creamos dos clones, ya crecidos, talludos, que mezclan todas las virtudes físicas, espirituales y, supuesto, futbolísticas de nuestros dos fenómenos. Dos estrellas del balompié habrían nacido: Lionel Ronaldo y Cristiano Messi. Tanto monta. Idénticos e inigualables en habilidades.
Parecería evidente, y ya vamos acabando la fabulada argumentación, que repartidos cada uno de estos combinados genéticofutbolísticos entre los dos grandes rivales, ya sería posible polarizar, marcar diferencias, menospreciar al contrario o vituperar sus maniobras en el terreno de juego. Sería como menospreciar al ídolo propio. ¿Y si alguien así lo hiciera? Parecería evidente que se descalificaría a sí mismo, o ignorante o lerdo, o lego en la materia, o malintencionado, o manipulador.
Y aquí llega la reflexión para la Sanidad en España.
En nuestro país, en Sanidad, tenemos a un Cristiano Ronaldo y a un Lionel Messi: se llaman Sanidad Pública y Sanidad Privada. Vuelve a montar tanto. Ambas tienen virtudes que además son perfectamente complementarias; ambas tienen defectos que además son perfectamente litables entre ellas. Pero es que además tenemos a CRISTIANO MESSI: el MODELO DE SANIDAD CONCERTADA o colaboración PúblicoPrivada. Tenemos ese modelo mixto donde la Pública y la Privada han funcionado perfectamente, y siguen, en muchas ocasiones y lugares. Un modelo donde, entre otros y sin ser exclusivo de cada uno, el enfoque universal, el extenso cuadro médico, la red asistencial casi infinita, de lo público, combinado con la gestión clínica y empresarial, los avances técnicos de vanguardia y el modelo de atención personalizada de lo privado, originan para el ciudadano una atención sanitaria de máxa eficiencia: el ópto coste y la máxa eficacia. Dicho de otra forma: con el mejor beneficio social, la salud, y el mayor beneficio de la gestión, un coste adecuado a cargo de nuestras arcas nacionales.
Fuera el debate de segregación entre lo público y lo privado. El ciudadano, a través de sus puestos, paga unos servicios sanitarios y quiere resultados: salud a coste adecuado. Hay innumerables ejemplos de funcionamiento conjunto donde el ciudadano recibe una atención ejemplar. ¿Pero el ciudadano lo sabe? NO.
¿Dónde está entonces el problema? EN LA COMUNICACIÓN: la mayoría de los ciudadanos que han recibido estos servicios concertados no tiene ni idea de su procedencia y origen mixto. Creen que son servicios exclusivamente públicos. Presentan su tarjeta de 28/, reciben su atención y adiós. Reciben un servicio adecuado y no van más allá. No les interesa su origen, su coste. Normal. Y mientras tanto, intereses espurios, de uno u otro calado, manipulando que es gerundio.
Es más que probable que la sanidad privada no haya sabido trasmitir al ciudadano el papel que lleva ejerciendo a través de sus servicios, a lo largo de muchos años. La pública, sobradamente. A través de gestores y políticos sanitarios que hacen valer sus logros. Ahora que la demagogia campa en la marea informativa, no sabe la privada cómo presentar sus credenciales a la sociedad a la que sirve. Hay que comunicar en tiempos de bonanza, no cuando la tormenta amenaza la estabilidad del barco.
En Sanidad tenemos ya funcionando un modelo “CristianoMessi” sanitario: eficiente, en general. Si hubiéramos comunicado a tiempo cómo funcionaba el modelo concertado y el valor que ofrecía, hubiéramos evitado mareas de manipulación demagógica.
Comunicas. Ergo existes.
Francisco J. García Pascual (Socio Director de ComDotCom)
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