No sé si es el tono, la frecuencia, la profundidad de sus declaraciones o esa actitud de estar siempre enca, pero cuando veo en los medios al consejero delegado de Orange no puedo dejar de pensar que lo único que de verdad quiere es ser el próxo presidente mundial de France Telecom y que el controvertido personaje lleva ya muchos años en campaña electoral.
Muchas compañías multinacionales –las de automoción, poner un ejemplo ponen a prueba a los delfines del presidente enviándoles a bregar a mercados complejos. Si eso es así en el operador francés de referencia, Vignolles debe estar pensando que se lo ha merecido y que tiene que dar el paso lo antes posible.
Con una estrategia comercial titubeante pero con una buena dosis de fortuna, Orange España le está presentado a su matriz resultados potables en los últos trestres. Y, a juzgar su tono y su actitud, debe estar recibiendo buenos inputs de sus jefes, que cada vez está más crecido.
Vignolles reparte estopa como si los demás tuviéramos algo que agradecerle. Se queja de competidores, reguladores y Gobiernos con el mismo donaire con que en Francia FT se beneficia de ellos y aplica en su propio mercado una medicina totalmente distinta a la que reclama en España. Regularmente se hace un hueco en los medios afirmando, con la misma contundencia, una cosa y la contraria, pero teniendo claro aquello de que lo tante es que hablen de uno, aunque sea bien.
Su discurso es tan inconsistente que uno a veces se pregunta si es un problema de idioma. Orange España siempre está lista para la denuncia y la amenaza. Si se fijan, la estrategia de la compañía en España, sistemáticamente, es la de tomar el camino fácil. Aunque no siempre lo consigue, desde luego siempre lo intenta. Movistar lanza Fusión, Vignolles intenta pararlo. No lo consigue, y entonces sí, consigue replicar lo irreplicable y lanza su propia oferta integrada que unos pocos meses antes es un disparate.
Idéntico proceso con la fibra: pelea a brazo partido obtener un mayorista que obligue a Telefónica a compartir alegremente sus inversiones en una red que llega ya a tres millones de hogares y que le ha costado a Alierta la friolera de 700 millones de euros. Parece mentira que sea uno de los principales operadores europeos, y quizá el incumbente más incumbente de todos –no en vano un 27% de su capital sigue siendo estatal del Gobierno francés quien exija para redes completamente nuevas regulaciones viejas y obsoletas. Bien, pues tampoco lo ha logrado, de momento. Y entonces sí: pone mil millones sobre la mesa, o al menos los anuncia, de la mano de Vodafone, para tirar su propia red, verticales incluidos que parece que nunca se van a materializar.
Una táctica peligrosa la de actuar sólo cuando no han funcionado los atajos. Pero quizá efectiva para lograr su objetivo presidencialista. El tiempo dirá si acaba de jefe supremo de France Telecom con el trampolín de España, y el permiso del Respetable.
pedro aparicio pérez
fontanero de la Comunicación
director de prnoticias.com