Queremos pertenecer. Somos naturaleza seres sociales que buscamos compartir experiencias. Detrás de las plataformas de consumo colaborativo que tanto se han popularizado en los últos años (carsharing, couchsurfing, airbnb, etc) no se esconde solo la necesidad o el deseo de rentabilizar recursos, sino además el de ser parte de comunidades con nuestros mismos valores en una sociedad que sin embargo tiende al individualismo (+17% viviendas unipersonales aun desde el comienzo de la crisis).
Queremos participar. Las redes sociales nos han facilitado el vehículo para canalizar la ‘llamada a la acción’, tan buscada el g. Hemos aprendido que con ellas no sólo comunicamos, sino que en ocasiones tenemos la otunidad (o la ilusión) de generar un cambio con un pequeño gesto. Y lo que es más tante para quienes trabajamos en comunicación: este aprendizaje ha trascendido el canal digital.
Y necesitamos ofrecer un relato que active estas dos palancas y que capture el interés entre la sobrecarga de información en la que vivos. No sólo con la sorpresa y el humor, sino a veces también con la reflexión. Cuando Candy Chang comenzó en Nueva Orleans el proyecto ‘Antes de morir quiero…’, instando a sus vecinos a que expresaran en la pared de una casa abandonada su principal objetivo vital no estaba haciendo una propuesta fácil. Ahora esta iniciativa es un éxito en decenas de ciudades del mundo, entre ellas Madrid (Calle de la Madera). En la era de Intet, la calle sigue llena de lecciones.
Gema Román, directora de Cuentas de Inforpress