Resulta sumamente difícil reflexionar con rigor y frialdad cuando eres juez y parte de la contienda. Pero hay ocasiones en las que es inevitable embarrarse en el dolor. Desde hace horas vivo inmerso en la tragedia de Santiago. Es mi tierra, mi gente, mi tren… Aún ahora, horas más tarde, soy incapaz de hilvanar palabras sin tener los ojos empañados el dolor que me acompaña desde el instante mismo en el que me enteré del accidente.
Soy juez, soy parte.
Como ciudadano comparto el duelo de los familiares de las víctas, la admiración todos los que participaron en las labores de rescate, el orgullo de saber que un pueblo entero entrega su sangre para encarar el horror.
Como profesional de la consultoría de comunicación me horroriza la precipitación con la que se ha condenado a un hombre el maquinista que vivirá el resto de sus días acompañado el nefasto recuerdo de lo sucedido. Me pregunto dónde está su empresa, la que le puso en las manos esa máquina espléndida en respuesta a sus capacidades profesionales.
En una tragedia como la de Santiago no hay manera de paliar el dolor. Los muertos, uno tras otro, demandan un respeto que en este caso se ha estado sorteando con todo tipo de subterfugios.
Soy juez, soy parte.
Hace unos años (muy pocos) estaría analizando la gestión del dolor parte de los medios. Siguen haciendo lo suyo. Y lo siguen haciendo lo mejor y lo peor que pueden. Ahora además, se multiplican los canales. Todos tenemos uno. Y en las redes sociales realizamos todo tipo de reflexiones en tiempo real. Y en tiempo real la cagamos.
Soy juez, soy parte.
Con su sangre en las manos. La sangre de hermanos, padres e hijos… algunos miserables se han enzarzado en discusiones políticas, otros han querido extraer elevadas lecturas del siniestro. Incluso ha habido alguno que lo más álgido del estu ha enviado su apoyo a los departamentos de comunicación plicados en el suceso. Todo muy otuno para ilustrar aquello de “en boca cerrada”. Es cierto que fueron pocos. Que prevaleció una inmensa corriente de empatía y respeto hacia los que sufrían. O sea, hacia todos nosotros.
Fueron pocos pero solamente con uno ya habrían sido demasiados.
Xurxo Torres es director general de la agencia de Comunciación Torres & Carrera.