Desde el principio han corrido los paralelismos entre la crisis financieroeconómica actual y el televisado crash de 1929 que provocó hambrunas en Estados Unidos y cifras de paro nunca repetidas. Pero el arquetipo de aquella crisis no son las colas en busca de la pitanza, sino los banqueros arrojándose la ventana. Algo que no ha ocurrido en esta crisis tan parecida.
Estamos asistiendo a una nueva lucha de clases bastante clara. En la euforia no había problemas y nos encontrábamos todos armónicamente dentro de la burbuja que aisla de todo. Pero ahora hay un enfrentamiento evidente para arreglar el desaguisado y repartirse los sacrificios. De momento, ganan claramente los poderosos las batallas y creo también que vencerán en la guerra.
Los gobiernos de cada país, las autoridades europeas se ponen del lado de los fuertes que ahí está el dinero. Es decir, vuelven a tener la sartén el mango (nunca la han dejado de tener) y es casi posible castigarles aunque aten su parte de culpa. Si no se cuenta con ellos será posible salir de la crisis lo que obligan a acatar sus normas.
¿Cuál ha sido la responsabilidad del capital en la crisis? ¿Cómo deberían sacrificarse según sus propias reglas?. Pues es muy sencillo. Con un entorno de bajos tipos quisieron especular a muerte y dieron lugar a una bestial ingeniería financiera con la intención de minizar el riesgo. Estaban haciendo todo lo contrario. No saber dónde estaba el riesgo, no medirlo e invertir de forma absurda el dinero. Esto vale para las hipotecas o para los créditos que se han dado a las empresas, en cuantías verdaderamente incomprensibles o la especulación con la deuda pública.
Según sus normas, tras estos abundantes y reiterados errores, lo lógico es que perdieran buena parte de sus inversiones, o sea, de su dinero que no midieron el riesgo: la codicia de toda la vida. Haciéndose responsable de esos comtamientos deberían expulsar a galeras a sus gestores y asumir abundantes quitas en crédito hipotecario, empresarial o de riesgo soberano.
Estas quitas que a mi modo de ver deberían ser su contribución a resolver el problema de la crisis no se ha producido de forma masiva, como debiera. Grecia y en parte Chipre son los únicos ejemplos llamativos. Y además, Europa incomprensiblemente pone en cuestión para el futuro los depósitos bancarios superiores a los 100.000 euros, cuantía que habla más del ahorro de clases medias que de grandes inversores.
Sin ganas de demagogia, el sacrificio a la gente de a pié ha sido tremendo. Embargos, desahucios, recortes, caídas salariales, falta de crédito, etcétera. A los bancos se les ha rescatado, pero como he indicado otras veces, no quedaba más remedio (cosa distinta es que los responsables del desaguisado paguen ello). Si no se les rescataba, corrían peligro las cuentas corrientes y los depósitos de los ahorradores.
Pero lo más llamativo son los mercados en los que operan los inversores. Aquí sí se genera una explicación sobre este apego a la vida de los banqueros frente a la crisis de 1929. Los mercados han sido mados. Las Bolsas de Estados Unidos y algunas europeas cotizan cinco años después de la mayor crisis desde 1929 en máxos históricos. Miren también cómo ha ido la renta fija, los derivados, y más y más.
Luis Aparicio Pérez
Director de Contenidos de INVERTIA
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