Aunque la proción de nuevos diagnósticos de coinfección VIH y hepatitis C (VHC) se ha reducido en los últos años en España, pasando de un 73,8% en 1997 a un 19,8% en 2006, sigue habiendo un centaje muy tante de pacientes VIH que presenta una infección activa VHC.
De hecho, ‘aproxadamente el 30% de los pacientes con infección el VIH presentan también una infección activa el virus de la hepatitis C’, ha destacado el Dr. Juan Antonio Pineda, de la Unidad de Enfermedades Infecciosas y Microbiología del Hospital Universitario de Valme (Sevilla), con motivo de la cuarta y últa sesión formativa del ‘Programa educacional sobre las comorbilidades más prevalentes del paciente VIH’, un proyecto pionero puesto en marcha MSD con el aval de GeSIDA y GEAM , que en esta ocasión analiza la coinfección VIH y VHC.
La razón de este descenso en la prevalencia de la coinfección entre los pacientes españoles se debió, fundamentalmente, a un cambio en los patrones de transmisión del VIH1. Y es que, tal y como explica el Dr. Pineda, ‘hace 15 años la mayor parte de los pacientes infectados VIH que llegaban a nuestras consultas eran usuarios o antiguos usuarios de drogas intravenosas. Actualmente, la mayor parte de los pacientes nuevos que llegan hasta nosotros han adquirido el VIH vía sexual y, de esta manera, es mucho más difícil que el virus de la hepatitis C se transmita’.
No obstante, el centaje de pacientes coinfectados sigue suponiendo un reto para los especialistas y, ello, la revisión del abordaje de estos pacientes continúa siendo necesaria para reducir, aún más, las cifras actuales. Y es que ‘la infección VIH acelera la progresión de la infección hepatitis C, lo que hace que el paciente evolucione muy rápidamente a cirrosis y que pueda llegar a fallecer fallo hepático precozmente. Esto nos obliga a plantear estrategias para reducir la progresión de la enfermedad hepática que provoca el VHC’, indica el Dr. Pineda.
El manejo del paciente coinfectado se basa en dos pilares: el tratamiento antirretroviral para el VIH y el tratamiento de la hepatitis C. Para este especialista en Enfermedades Infecciosas, ‘este últo es el determinante más tante de la evolución de la enfermedad hepática del paciente coinfectado, pues la respuesta al mismo, incluso sin llegar a ser sostenida, se asocia a una prolongación de la supervivencia y del tiempo libre de descompensaciones hepáticas. Por su parte, la respuesta viral sostenida reduce de forma drástica la incidencia de estos eventos y la mortalidad, e incluso podría mejorar la evolución de la propia infección VIH’.
En este contexto, ‘la incoración de los antivirales directos frente al VHC ha supuesto un cambio no sólo en el tratamiento de la hepatitis C, sino también en el de la coinfección, pues si conseguos erradicar el VHC, y esto es factible actualmente ya que disponemos de tratamientos antivirales, el enfermo coinfectado el VIH y la hepatitis C evolucionará igual que aquel que sólo está infectado el VIH. Es decir, tendrá que seguir con el tratamiento antirretroviral frente al VIH de vida, pero tendrá unas expectativas de vida muy silares a las de la población no infectada al haber erradicado el virus de la hepatitis C de su organismo’, destaca el Dr. Pineda.
Así, a la hora de tratar al paciente coinfectado se debe tener en cuenta que “este tiene que empezar el tratamiento antes que el monoinfectado. Si en quienes sólo están infectados el VIH, en algunos casos, podemos diferir el inicio del tratamiento hasta que el recuento de CD4 es inferior a 500 células/mm3, en el paciente coinfectado hay que empezar el tratamiento desde el principio, sin tener en cuenta los CD4, tal y como indican las guías de tratamiento antirretroviral de GeSIDA”, explica el Dr. Pineda.
Pero, ‘además –añade en pacientes coinfectados el tratamiento antirretroviral debe contemplar la frecuencia de toxicidad hepática a corto y largo plazo de cada agente, puesto que la hepatitis tóxica aguda es más común en pacientes tadores sultáneos del VIH y del VHC. Asismo, la esteatosis hepática asociada al tratamiento antirretroviral puede favorecer la progresión de la fibrosis hepática y dificultar la respuesta al tratamiento de la hepatitis C, lo que es tante usar en estos pacientes fármacos con perfil metabólico favorable’. Finalmente, según indica el Dr. Pineda, ‘el tratamiento antirretroviral debe contemplar la compatibilidad con el de la hepatitis C, puesto que tanto los inhibidores de la proteasa como los de la retrotranscriptasa pueden interaccionar con los fármacos que usamos frente al VHC’.
En esta últa sesión del ‘Programa educacional sobre las comorbilidades más prevalentes del paciente VIH’, se quiere incidir en el hecho de que ‘aunque el tratamiento de la hepatitis C y un buen manejo de la terapia antirretroviral pueden evitar la progresión a enfermedad hepática avanzada, aproxadamente un 20% de los enfermos coinfectados presentan una cirrosis hepática. Por ello, en este escenario, las medidas anteriormente citadas, la prevención y, en su caso, un tratamiento correcto de las complicaciones, pueden aumentar la supervivencia y reducir la incidencia de descompensaciones’, concluye el Dr. Pineda.
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