Más de 700 pediatras de Atención Praria se reúnen estos días en Madrid en el marco del 11º Curso de Actualización en Pediatría, organizado la Asociación Española de Pediatría de Atención Praria (AEPap). En este contexto, los expertos actualizarán información sobre cómo mejorar el vínculo con la lactancia materna o artificial. “Se trata de una relación cálida e ínta que se establece entre el bebé y su madre y cumple la función biológica de promover la protección, la supervivencia y, en últa instancia, la replicación”, subraya la Dra. Ibone Olza, Psiquiatra Infantil del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda, Madrid.
La OMS recomienda que la leche materna sea el alento exclu¬sivo desde el naciento hasta los seis meses de vida y que, si la madre y el niño así lo desean, se mantenga hasta los dos años de edad o más, complementada otros alentos.
Diferentes estudios realizados con técnicas de neuroagen han demostrado que la lactancia materna prolongada favorece la maduración de áreas relacionadas con la inteligencia. De esta manera, se ha demostrado que la oxitocina juega un papel fundamental en el periodo de lactancia entre madre e hijo. Según la Dra. Olza, “la liberación pulsátil de esta hormona produce en la madre sentientos de amor hacia su hijo, así como de bienestar, confianza o autoesta y en el lactante produce relajación, serenidad y un mayor interés las relaciones sociales”.
Del mismo modo, favorece el contacto ínto entre madre e hijo tras el naciento, se produce una elevación de los niveles de oxitocina en el cerebro del bebé que, a su vez, plican una serie de cambios neuroanatómicos que perduran con el tiempo y permiten que, llegada la edad adulta, ejerza una actitud de apego mayor para con sus descendientes. “Las secuelas de la separación maternofilial temprana son duraderas”, cuenta la Dra. Olza.
La lactancia prolongada facilita una mejor comprensión del lenguaje y visión espacial. En este sentido, los niños alentados con leche materna durante más tiempo presentan mayor facilidad en funciones ejecutivas, planificación, inteligencia social y emocional y con el lenguaje e incrementa su interés las relaciones sociales.
Además, prolongar la lactancia materna aumenta los sentientos de confianza y bienestar maternos. “La lactancia tiene un tante poder ansiolítico y tanto la oxitocina como la vasopresina cumplen un papel central en la regulación de las conductas sociales, incluidas la conducta sexual, el apego materno infantil y la memoria social”, afirma la Dra. Olza.
Por otro lado, la hormona prolactina además de intervenir directamente en la producción de la leche materna, juega un papel central en la adaptación del cerebro de la madre. Produce los cambios que dan lugar a la conducta maternal. La prolactina tiene además un efecto ansiolítico, interviniendo en la regulación del eje hipotálamopituitarioadrenal. “Las madres que amamantan puntúan más bajo en las escalas de estrés, ansiedad y depresión que las que no lo hacen. Este efecto ansiolítico de la lactancia se ha descrito como especialmente tante en madres con trastornos afectivos”, matiza la especialista.
Los pediatras de AP aconsejan que los bebés alentados con leche artificial en biberón, reciban la estulación e interacción que prociona la lactancia para facilitar un desarrollo saludable. Los expertos señalan que hay que tratar de que sea solo la madre la que dé el biberón y si esto no es posible, intentar que sean solo dos o tres personas, siempre las mismas, las que se ocupen de su alentación. “Los masajes, teo, cosquillas y caricias sirven para potenciar en el bebé la liberación de las mismas sustancias beneficiosas que produce la lactancia materna”, aseguran.
Los problemas de alentación en los niños preescolares son extremadamente frecuentes. De hecho, se esta que 1 de cada 10 puede rechazar la comida en algún momento de su infancia y los pediatras de Atención Praria (AP) afirman que “el trastorno alentario más frecuente en España es el sobrepeso y la obesidad infantil’.
El incremento de trastornos de conducta alentaria (TCA) entre niños y adolescentes y la tancia de prevenirlos y abordarlos de forma precoz ha hecho que este sea uno de los aspectos que analicen los pediatras de la Asociación Española de Pediatría de Atención Praria (AEPap) en su 11º Curso de actualización de pediatría de AP, que estos días se celebra en Madrid.
Los pediatras de AP aconsejan educar a los niños a comer con cariño pero con firmeza y no prolongar el uso de biberones ni papillas. “Se les debe estular a probar texturas y sabores diferentes y a masticar alentos sólidos combinándolos con la lactancia materna”, explica la Dra. Sánchez Pina.
A partir de los 912 meses los niños ya pueden comer los mismos alentos que sus padres, en menor cantidad y machacados, evitando únicamente los alentos duros. A partir de los 1518 meses, comen menos cantidad que antes que crecen menos. Desde la Asociación Española de Pediatría de Atención Praria (AEPap) apuntan que “los cambios en el estado de áno como la irritabilidad, aumen¬to de las rabietas, crisis de llanto, tozudez, pasividad o actitud tiránica son signos de dificultad psicológica del niño en edad preescolar y escolar, pudiendo aparecer antes que los cambios en la conducta alentaria.
“Cuando un niño o adolescente intenta saltarse comidas, esconde o tira alentos y come en secreto, puede que sean señales significativas o incluso los preros estadios de un trastorno de alentación”, añade la Dra. Montserrat Graell Berna, Psiquiatra Infantil.