Para realizar su polémico y estrambótico programa sobre el golpe del 23 F, Évole era consciente de que tenía que contar con la complicidad de reconocidos periodistas como Gabilondo, Ansón u Ónega que le ataran el crédito suficiente para hacer creíble su historia, algo que consiguió mediante el correspondiente estipendio, aunque ello fuera a costa de la supuesta credibilidad de los propios actores y de la profesión que representan. Como señalaba acertadamente Arcadi Espada, la participación de los extras “permitió distinguir a la gente poco seria. Es decir, aquella que en la lista del aprecio de los ciudadanos españoles ocupa los últos lugares. Políticos y periodistas. Gente de la que, decididamente, no te puedes fiar”. Es tante señalar que en los tiempos que corren, la reputación no parece ser un activo al alza en ninguno de los dos oficios.
La atación de Evole, incorando periodistas a su espectáculo, no se lo puede apuntar en su haber “el follonero”, ya que son muchas las empresas o bancos que han incorado a sus nóminas de “vendedores” a significados miembros de la profesión periodística que se han lanzado a este nuevo yaciento de empleo bien retribuido, sin tarles demasiado si colisiona con los principios más básicos de la ética periodística o si de lo que se trata es de alquilar su silencio.
De poco vale el húmedo papel en forma de Código Deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) que señala que “a fin de no inducir a error o confusión de los usuarios, el periodista está obligado a realizar una distinción formal y rigurosa entre la información y la publicidad. Por ello, se entiende éticamente incompatible el ejercicio sultáneo de las profesiones periodísticas y publicitarias”. Vamos, que no se puede poner de chúpame dómine a la banca no dar crédito desde un micrófono, para acto seguido grabar una cuña publicitario ensalzando la labor de la entidad de turno en esa concreta materia.
Lejos del teresiano axioma “de hacer de la necesidad virtud”, algunos de los más afamados y supuestamente prestigiosos profesionales del periodismo sucumben a la suculenta tentación de ofrecer su rostro y su voz para respaldar una determinada política de una sociedad anóna con áno de lucro.
La ulta en caer en la jugosa tela de araña publicitaria, Gemma Nierga, codirectora y copresentadora de “Hoy Hoy” de la Cadena SER, programa líder de audiencia de la radio española. Su cometido: avalar el hecho de que Banco Sabadell prevé destinar 15.000 millones de euros de crédito a empresas en 2014. Todo un reto para una entidad que ha hecho del aprovechamiento de la revalorización de sus carteras de deuda para hacer resultados, su santo y su seña.
Al BBVA también le ha dado recurrir a la profesión periodística para hacer publicidad en el convenciento, avalado los resultados contrastados, de que lo famosos venden. En este caso, el slogan de la campaña es “financiamos las buenas noticias” y comunicadores como Herrera, Carlos, se han prestado a otorgar sus respaldo a tan comprometido “cla”.
Atrás quedan ejemplos de todo tipo y condición, desde el de Àngels Barceló a Julia Otero, poniendo su oficio y credibilidad al servicio del propio Banco Sabadell, hasta el de Pedro Piqueras o Matías Prats, presentadores de sendos informativos en Tele 5 y Antena 3, “vendiendo” sopicaldos o solvencia bancaria, pasando nombres tan relevantes como el señalado Herrera, Ónega o los populares y detivos Manolos desde la Cuatro.
Pero con ser preocupante este desparrame publicitario de las estrellas del periodismo, tanto o más lo es que periodistas, alejados todavía del famoseo, compartan con su audiencia y con una total punidad, la llegada de una borrasca o el tanto de un partido con la promoción de un producto de consumo o las rebajas de unos grandes almacenes.
La práctica, criticable para muchos que se toman en serio esto del periodismo, encontró hace un par de años en el humorista Evole un acérro defensor al salir en defensa de una de las campañas del Sabadell anteriormente mencionada: “Son unos auténticos valientes –dejo escrito que dar la cara un banco en estos tiempos me parece mucho más radical y alternativo que quemar un contenedor durante una huelga general (…) Solo una pega. Echo de menos entre tantos profesionales de diferentes ámbitos a algún representante de la Iglesia. Pero no un cura de barrio, no: una celebrity de la Iglesia. Algún cardenal, o algún obispo… O el Papa”.
Carlos Díaz Güell es editor de Tendencias del Dinero y de innovaspain.com