Hoy, 19 de agosto, se celebra el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, en un contexto muy poco halagüeño para el personal de las organizaciones humanitarias, que tienen que hacer frente a crecientes dificultades que los convierten en un actor incómodo o directamente en un objetivo a batir. Pese a ello, miles de profesionales siguen trabajando día a día para aliviar el sufriento humano en conflictos como los de Irak, Sudán del Sur, Siria o la República Centroafricana, con ‘Nivel 3’ de emergencia decretado la ONU.
Once años después del ataque al cuartel general de la ONU en Bagdad nos encontramos con una situación sin precedentes en el mundo: Naciones Unidas ya ha declarado el máxo nivel de emergencia humanitaria (Nivel 3) en Irak, Sudán del Sur, Siria y República Centroafricana, poniendo de manifiesto el drama que sufren los ciudadanos y los 10 millones de desplazados que suman estos cuatro territorios. Tampoco hay que olvidar a Somalia, Malí, Birmania, Chad o la franja de Gaza, entre otros lugares, en los que se han puesto en peligro los principios humanitarios formulados en los Convenios de Ginebra de 1949.
De hecho, António Guterres, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, ha anunciado hace algunas semanas que prera vez desde la Segunda Guerra Mundial el número de personas que piden asilo, refugiados y desplazados internos ha superado los 50 millones de personas, lo que la ayuda humanitaria es crucial en la actualidad. ‘La paz hoy en día se encuentra en déficit. El personal humanitario puede ayudar como paliativo pero las soluciones políticas son de vital necesidad’, asegura.
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