El futuro de la tierra ha entrado definitivamente en su fase final y su resultado se dirirá en Paris en los diez preros días del próxo diciembre, en donde 195 países deberían firmar un acuerdo mundial que supondrá un giro histórico en la lucha contra el calentamiento clático.
El últo intento de conseguir un acuerdo en esta materia tuvo lugar hace seis años en Copenhague y se saldó con un rotundo fracaso.
La cumbre de Paris (COP21 o CMP11) se presenta como la últa otunidad de conducir el planeta a una trayectoria de reducción de las emisiones a fin de litar el calentamiento a 2°C con respecto a la era preindustrial, ya que enca de 2°C los científicos vaticinan que el cambio clático se acelerará, y se debe tener presente que la temperatura
media del planeta ya ha subido 0,8°C.
Si no se adoptan nuevas medidas, la trayectoria actual puede llevar a un aumento de 4 ó 5°C al final de este siglo, lo que acarrearía fenómenos cláticos extremos, peligrosos para la seguridad alentaria y grandes movientos migratorios en un planeta habitado más de 7.000 millonesde seres humanos.
La lucha contra el cambio clático se presenta como un desafío formidable que afecta el núcleo de las economías la producción y el consumo de energía y el casi seguro éxito de Paris será la consecuencia de negociaciones sumamente laboriosas para tratar de lograr un consenso que han venido celebrándose en los últos años en Cancún, Durban, Doha, Varsovia o La, en cuyos foros se ha tratado poco menos que de alcanzar la cuadratura del círculo ya que lo que se persigue es reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero sin que el creciento económico resulte afectado y ello solo es alcanzable mediante un cambio radical en las inversiones, en particular para no tocar dos tercios de las reservas fósiles conocidas.
A once meses vista de la celebración de la cumbre, pocos niegan el ambiente de optismo que se respira aunque solo sea al calor del anuncio de Obama de un nuevo objetivo de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero de su país para 2025 o el cambio de posicionamiento de China, sumamente expuesta a los riesgos cláticos y que sufre graves problemas de contaminación del aire y que ha prometido reducirlas después de alcanzar un pico en 2030. Por su parte, la Unión Europea se ha comprometido a reducir un 40% sus emisiones en 2030 con respecto a 1990. Los cinco más grandes emisores de gases de efecto invernadero totalizan más del 60% de las emisiones actuales: China (27%), EEUU (14%), Unión Europea (9,6%), India (5,8%) y Rusia (5%).
Lo cierto es que la concienciación social sobre el fenómeno del cambio clático y el calentamiento global, salvo histriónicas excepciones, ha ido aumentando, alcanzando su punto álgido en las movilizaciones que tuvieron lugar el pasado 21 de septiembre en todo el mundo, resaltando la masiva concentración celebrada en la ciudad de Nueva York.
España, su parte, no sobresale expresar públicamente sus preocupaciones en esta materia, aunque al decir del últo sondeo del Eurobarómetro realizado a mediados del pasado año los españoles ‘somos más que nadie’ que superamos en casi todo al resto de los ciudadanos
europeos en preocupación y sensibilidad asuntos relacionados la conservación de la naturaleza o la calidad del aire y del agua, aunque la realidad cotidiana se encarga sistemáticamente de demostrar lo contrario.
Donde más se resalta la personalidad colectiva del español y en donde nos distanciamos considerablemente de nuestros vecinos comunitarios es en el tema de la economía verde. Mientras que un 29% de los encuestados a nivel europeo cree que la protección del medio ambiente puede pulsar el creciento económico, en España este centaje alcanza el 46%. Sensibilidad que se reproduce en nuestra crítica hacia los niveles de responsabilidad de las grandes compañías con el medio ambiente. Si un 77% de los europeos afirman que éstas no hacen lo suficiente, en España ese centaje se sitúa en el 89%. Proción que se mantiene en cifras muy silares si en vez de grandes empresas hablamos del Gobierno: un 70% de los europeos creen que sus dirigentes no hacen lo suficiente, mientras que un 86% de los españoles está en esa línea.
En otro plano distinto, los trabajos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) muestran un perfil algo diferente sobre la sensibilidad de los ciudadanos españoles en esta materia y así queda reflejado en su últo barómetro, hecho público en diciembre, en donde las preocupaciones de los españoles van otros derroteros y mientras que el paro o la corrupción y el fraude copan los preros puestos en sus desvelos con tasas en el entorno del 70%, los problemas medioambientales solo alcanzan el 0,1% entre los problemas que les afectan.
Carlos Díaz Güell es editor de Tendencias del Dinero, innovaspain.com y consultor de comunicación empresarial