El amor engorda. Desde que nos enamoramos hasta que la relación se consolida, se puede aumentar una media de 4,5 kilos. Así lo ha puesto de manifiesto un estudio poblacional realizado por la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) en colaboración con XLS Medical cuyo objetivo era conocer la influencia de las relaciones de pareja en el peso. La encuesta ha sido realizada sobre una muestra de 2.314 personas, de las que el 99% eran mujeres.
Según el 81% de los participantes, el peso sufre o puede sufrir variaciones en función del momento de la relación en la que se encuentre. Las principales causas que motivan estos cambios son: las discusiones frente a la tranquilidad emocional, la motivación de empezar una relación frente al acomodamiento de los años, y el deseo de formar una familia junto a los embarazos.
El momento en el que más se cuidan las encuestadas es cuando buscan pareja y al iniciar una relación. Se cuidan menos según la relación se va consolidando. Así, en lo relativo a la alimentación al inicio de una relación el 25,6% afirman comer menos compulsivamente frente el 50,7% que come más al finalizar la misma.
Al buscar pareja el 42,3% reconoce que intenta hacer una dieta más saludable frente al 41,5% que directamente tiene una dieta menos sana al finalizar con su pareja.
Y en lo relativo al picoteo entre comidas, en la fase de búsqueda el 24,7% picotea menos, lo que se contrapone con el 47,5% que picotea más de lo habitual al romper (en este caso el dulce tiene más demanda (54,4%) que el salado (45,5%).
El deporte es otro hábito que se modifica según el momento de la relación que estemos viviendo. El 33,1% asegura hacer más deporte en el momento de buscar pareja y el 35,8% realiza menos deporte al finalizar la relación.
‘La parte emocional tiene mucha influencia en nuestros hábitos nutricionales y esta información debe servirnos para vigilar en todo momento nuestra alimentación, de manera que sea la adecuada y de respuesta a todas nuestras necesidades nutricionales’, asegura el Dr. Albet Goday, vicepresidente de la SEEDO. Este experto concluye:
‘Lo que nos hace comer está en el cerebro’.
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