En la Tierra a lunes, noviembre 18, 2024

La democratización de la Comunicación política

Karen Sanders, Comunicación Política, ACOP

Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) no son precisamente conocidos por su opción por la libertad de expresión o los derechos civiles de sus ciudadanos. Fue, por lo tanto, una sorpresa encontrarme en el Foro Internacional de Comunicación de Gobierno del Emirato de Sharjah (el tercer emirato en tamaño después de Abu Dhabi y Dubai) y escuchar a su gobernador, Sheikh Sultan bin Muhammed al-Qasimi, recomendando la mejora de la Comunicación entre el pueblo y el gobierno como un paso hacia la necesaria democratización de su país.

 

Celebrado en febrero 2015, el Foro convocó a políticos, asesores, funcionarios e investigadores para discutir y proponer fórmulas para la mejora de la Comunicación de gobierno. El presidente del Sharjah Media Center y yerno del Emir, Sultan bin Ahmed al-Qasimi, reconoció que los medios sociales han minado en gran medida el monopolio de la información ejercido por el gobierno. ‘El conocimiento de los ciudadanos y su capacidad para comunicar’, dijo, ‘son tan importantes como indicador [de la fuerza de un país] como lo es la fuerza de su ejército o de su economía’.

 

Con frecuencia se escribe y se habla de la profesionalización de la Comunicación política, una profesionalización que se ha desarrollado principalmente en ámbitos como la publicidad política, la gestión de las redes sociales y el speech writing. El estudio de la ‘profesionalización’ ha sido asociado al desarrollo de las campañas electorales y, más concretamente, al incremento y predominio de los consultores políticos en los equipos de los políticos a partir de los años 1980, sobre todo en los Estados Unidos y el Reino Unido.

 

Algunos analistas como Robert McChesney en The Political Economy of the Media (2008) argumentan que la profesionalización de la comunicación política conlleva el peligro de una democracia descafeinada, ciudadanos desprovistos de su voto real, un tipo de ‘bystander democracy’. Ciertamente la  conceptualización de la Comunicación política profesional en términos exclusivos de competencias, conocimientos, pensamiento estratégico y eficaz gestión de los bienes intangibles arriesga dejar en el olvido lo que está en el meollo de su razón de ser: el fomento de una sana vida cívica y democrática. La Comunicación política sirve si sirve a los ciudadanos tanto en las campañas electorales como en la Comunicación de gobierno. En otras palabras, la Comunicación política profesional implica su democratización y esto tiene, a mi juicio, una consecuencia clara: pone al ciudadano en el punto de mira.

 

En su libro Consumer Democracy. The marketing of politics publicado en 2014, la politóloga Margaret Scammell del London School of Economics analiza el impacto del análisis marketiano en la política democrática y, sobre todo, en la política electoral y la creación de candidatos-marca. Con razones pragmáticas argumenta a favor de este desarrollo. Reconoce también el desequilibrio de poder, que casi siempre existe, entre los políticos y sus equipos de consultores por un lado, y los ciudadanos por otro. Pero a la vez subraya que el marketing conlleva una lógica de reciprocidad que puede favorecer el desarrollo de una política más orientada hacia los ciudadanos y, para que ocurra esto, hace falta una mayor alfabetización de los ciudadanos precisamente en relación con el marketing político. Su libro pretende promover la causa de esta alfabetización ‘al contribuir a los debates sobre los estándares para la evaluación del marketing político’. Propone que los investigadores y los consultores trabajen conjuntamente para crear una especie de canon, una selección de ejemplos de campañas que ganan – que son eficaces – y que a la vez respetan los fines democráticos deseables.

 

Poner el ciudadano en el centro del escenario de la Comunicación política implica el desarrollo de un programa de alfabetización no solo mediática – que está bastante trabajado – sino también de alfabetización cívica o retórica. Implica el desarrollo de un proyecto de formulación de estándares de evaluación y de buenas prácticas de la Comunicación política que puede incluir tanto la Comunicación electoral como la Comunicación de gobierno. Plantea la provisión de las herramientas y del conocimiento que permita a los ciudadanos – en los colegios, las asociaciones, los sindicatos, las universidades – saber cómo funciona la Comunicación política y saber cómo evaluarla en relación con su valor democrático.

 

En Thinking. Fast and Slow (2011), Daniel Kahneman nos ayuda a entendernos como somos: seres complejos, algo racionales y bastante emocionales y sesgados; en definitiva, seres mucho más manipulables de lo que pensamos. La democratización de la Comunicación política se producirá siempre y cuando se contribuya al aumento de la libertad de los ciudadanos.

 

Karen Sanders, miembro del Consejo Directivo y ex-presidenta de ACOP.

 

 

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