En la Tierra a martes, diciembre 24, 2024

OPINIÓN: La serpiente que se muerde la cola

La crisis del sistema político, acentuada por el desastre económico, ha producido tal desconcierto en millones de esas almas vulgares orgullosas de su vulgaridad -millones de seres gregarios que venían creyendo a pies juntillas en las consignas democráticas impartidas desde la oligarquía- que distraídos de la realidad gracias a prodigiosos juegos de ingenio que diluían la realidad en chalets adosados-hipotecados hasta los geranios, fueron despertados al toque de corneta del rescate de Bancos y Cajas de Ahorros de sus ahorros, esos sus dineritos que previamente, llevados por las muy terrestres, democráticas y plebeyas ansias de riqueza, habían arrojado al pozo sin fondo de los fondos de inversión de alto riesgo que eran las preferentes.

Claro que no solo las víctimas de este latrocinio y sus desesperados familiares desheredados en vida votarán Podemos. No, ni muchísimo menos, pero son un ejemplo. Además de estos se cuentan por millones los españoles a los que por diferentes desgracias y desengaños les han desaparecido de un plumazo el humor y el espíritu lúdico, todos aquellos a los que, de un día para otro, se les tambaleó la certeza de que su estabilidad económica era consecuencia del menos malo de los sistemas. Ahora algo les sacude y les tambalea cuando les muestran que aquello del derecho a la vivienda digna, al trabajo digno, a la alimentación de sus hijos y demás palabrería que recoge la Carta Magna no son más que pretextos para la exaltación de la igualdad y en consecuencia ahora viven instalados en la angustia de quien no se sabe a salvo.

Así las cosas y tal y como sucedió en la Alemania de entreguerras, el sistema, que no quiere desertores, pone en marcha su maquinaria propagandística para devolver al redil a esos indignados que en su mayoría no son más que lo que definió Nietzsche “obreros aptos para muchas tareas, charlatanes, pobres de voluntad, que necesitan del señor, del que manda, como del pan de cada día”.

Para atender la necesidad más elemental de toda esa millonaria manga de parias desconcertados sin pensamiento autónomo y para devolverles a la ambición de que sus deseos individuales pueden ser atendidos -cuando la realidad es que su deseo es el deseo común de todo indignado o complaciente- para que vuelvan a entregar la conducción de su alma concupiscible y puedan seguir soñando con los placeres sensibles y las ansias de riqueza, digo que a tal fin y atendiendo a esa necesidad de mantener el número de demócratas se ha utilizado el poder de televisiones y redes sociales para promocionar los intereses de un encantador de serpientes de prédica bolivariana en el que por fuerza han acabado por reconocer a su nuevo pastor. Un político hecho de convenciones que utiliza malabarismos retóricos y que viene dotado de un grado de desfachatez suficiente para, en un clima histérico de salvaguarda y contento, anunciar y convencer a la parroquia de que van a salir del barro humano para tomar el paraíso por asalto.

El populista líder carismático es un descamisado que aparece escoltado por su estado mayor en cada acto multitudinario que organiza el partido, llama a la calle y se dirige a sus discípulos señalando a la banca y a la casta como los culpables de la desgracia colectiva, lanza pestes contra la democracia burguesa pero se sirve de ella, utiliza símbolos paganos como el ouroboros (serpiente que se muerde la cola como alegoría de renovación) y mantiene contactos de tapadillo con la masonería socialista mientras utiliza frases del romanticismo alemán en soflamas que prometen hacer realidad el ciclo platónico de regímenes políticos para acabar con la oligarquía.

Podemos es uno de esos fenómenos cíclicos que con idéntica estrategia a la utilizada por el nazismo para acender al poder, aparecen cada cierto tiempo y que, mientras deslumbran a muchos, a otros nos confunden porque nos enfrentan al misterio de la infinita estupidez humana. Todo un dilema para el que nuestra capacidad de análisis se revela insuficiente y nos crea dos dudas que nos dejan flotando en la atmósfera del limbo: ¿cómo es posible? ¿será serpiente o pescadilla?

Antonio de La Española

 

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