“Tal como un hombre inteligente no teme parecerle tonto a otro hombre inteligente, el hombre elegante no tendrá miedo de que su elegancia pase inadvertida al gran señor, sino al patán”. (Marcel Proust)
Escuchando el torpe y atropellado discurso del perito agrícola de silueta arevaliana Pepe Torres Hurtado (“las mujeres cuanto más desnudas más elegantes”) uno siente algo así como una nausea que le sube el estómago hasta la boca y le saca la derrota a vómitos por el pánico que provoca enfrentarse a algo muy superior a tus fuerzas: es un garrulo que no se sujeta a los principios respetados de su tiempo.
Da la impresión de que el alcalde de Granada, natural de Piñar y hombre de carne y hueso -aunque se pueda poner a remojo esta afirmación a tenor del relámpago de bestialidad que soltó el pasado miércoles- es un político dotado con la mímica discursiva de Fernando Esteso, la profundidad intelectual y el timbre de voz de un chiste de Chiquito de La Calzada, y el dueño de un entendimiento con muchos puntos en común con Torrente, lo que le transfigura en un libertino, o en un tenorio extemporáneo, o simplemente en una fuente de estupideces. Aunque cabe la incertidumbre que sea las tres posibilidades al unísono quien con sus desatinos tiene la audacia intelectual de reducir el Salón de Plenos a la barra de una tasca pueblerina.
El arruinador de Armani, quiso encaminar con una faena de aliño de oratoria educacionista a los más destacados bachilleres granadinos, a los que pretendió engatusar con alguna gracia de otro siglo, pero, en contra voluntad, inoculó en ellos el virus de lo chabacano cuando se le fue la pinza y se descubrió a sí mismo como un viejo verde y un potencial cliente de puticlub de carretera. Don José es orador descuidado de una labia pedestre poseedora de un registro intelectual escandaloso, no por las estupideces que dice, sino sobre todo por el convencimiento con el que las escupe, por como las siente ciertas y las subraya con su acento rústico plagado de diminutivos con los que remarca, más aún, una mente reducida y sin refinamiento que, ilusionada y vehemente, emana frases atribuibles al gusto estético de una producción de José Luis Moreno. Su verborrea de pastosa elocución y su exposición argumental le atestiguan como un ser privado del sentido del tacto, incluso negado del más común de los sentidos; el sentido común ausente en un rechoncho sin altitud de pensamiento, incapaz de reprimir su zafio apetito por la desnudez femenina despreciando los criterios básicos de cultura y educación.
Empieza a ser regla de escasas excepciones que el momio de cobrar un sueldo generoso de un ayuntamiento sea algo reservado a los amorales, los ineptos o los zopencos. Hoy nos ocupa un profesional de lo suyo, cuya carrera política no es precisamente irrelevante: se inició uncido al carro de Fraga en 1982 siendo diputado nacional por AP, luego fue senador electo por Granada, más tarde diputado autonómico del PP antes que delegado del Gobierno en Andalucía y posteriormente, en un breve impasse, miembro del Consejo de RTVA –allí un maledicente puso en duda su rectitud bautizándolo Torres Untado- para acabar por coronar su aspiración a la vida pública elegido primer edil en 2003, cargo que ostenta sin solución de continuidad desde entonces, entregado sin reservas a sus funciones y donde continuará con sus eclipses de sentido común hasta que el cuerpo aguante.
Dada mi natural benevolencia, me duele hacer leña de quien involuntariamente se pone a sí mismo en un aprieto considerable. Créanme que me sangra hasta la hemorragia hemofílica alinearme con la protesta de la decorativa Consejería de Igualdad de Susana Díaz, pero, cómo permanecer sordomudo ante esta nueva demostración de truculencia celtibérica que causa obligada agitación. Y todo, a la que el primero de nuestros políticos se deja llevar por las tendencias naturales de su carácter, que es por donde mueren todos al igual que el pez lo hace por la boca.
“Bueno, “pos” vamos a ir “toos” en camisa y pantalones “comodicos” porque se trata de echar un rato agradable”. (José Torres Hurtado, alcalde de la muy noble, muy leal, nombrada grande, celebérrima y heroica ciudad de Granada).