En la Tierra a lunes, diciembre 23, 2024

OPINIÓN: Los padres de la criatura

“Quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero”. (Voltaire)

Leída y releída, no sin estupor, la entrevista que Javier Negre realizó a los Casillas para El Mundo -obra que supone un retroceso a la barbarie y merece figurar junto a otras obras maestras como Sálvame en el pódium del canibalismo- se llega a la conclusión de que ese hallarse desasidos de la mínima inquietud espiritual, tal y como viven los que de la codicia hacen su materia prima, por fuerza empobrece la existencia hasta la miseria.

La entrevista es un repaso por la memoria y los odios de la familia, donde la madre y el progenitor, que confiesa no dirigirse la palabra con su hijo, azuzados por la rabia, vuelcan sus reflexiones en una exposición que deja la impresión de que la figura mitológica de Saturno no alcanza la ferocidad de este par de grandiosos patrones de zoquete de la España más profunda que desnudan y devoran a su vástago, tras despedazarlo con cada frase, que, como latigazos de rencor, sueltan con los ojos del alma clavados en hacer daño a todo lo que se menea. Mostrando una codicia y unos celos enfermizos, de manera sibilina llegan a sembrar dudas sobre la actual pareja y el manager del jugador al mostrarse afligidos por el riesgo que entraña estar mal rodeado y poder acabar limpiando retretes. Todo esto previa aclaración de que, sometidos a la mágica influencia del dinero, están obligados por contrato a una omertá que les mantiene a raya, mordiéndose la lengua, desde el día en que les fue retirada la confianza a cambio de seis millones de euros. ¡Menos mal!

La pareja, que deja a los Castevet de La Semilla del Diablo en un par de monigotes, concedió la antológica entrevista en su vivienda de Boadilla del Monte, un entorno pudiente que, tal y como su estética denuncia, les queda a años luz de resultar armónico. Allí, el entrevistador, con excelente habilidad, fue cebando la subjetividad del matrimonio hasta conseguir que arremetieran con violenta animosidad contra Florentino Pérez.

Así, intentando hacer pasar gato por liebre se muestran ajenos a la razón, y agarrados como lapas a la pasión vengativa, señalan al presidente como artífice de una campaña de desprestigio contra El santo. Pero Mari Carmen persevera y va más lejos en sus ansias de aniquilación llegando a practicar la murmuración chismosa, y, sabiendo que no hay ni la más mínima sombra de verdad en sus afirmaciones, deja caer que el presidente y consejero delegado de ACS es un mangante que se lo lleva muerto negociando a la baja con los representantes, cuando difama: “Si son capaces de ahorrarle algo al presi, eso es lo que se reparten a medias”.

Luego, utilizando la pala de sepulturero, dentro de sus límites de expresión, pregonan a los cuatro vientos que, atendiendo una orden mercenaria de Visitación, denunciaron en su día al club “de sus amores” por no haberse hecho cargo de la comisión que el agente del jugador había cobrado tras la firma de su contrato de renovación, y no dejando pasar la oportunidad de rematar al hijo con un palazo en la nuca, añaden la suculencia informativa de que, debido a la tensión que provocaba el desacuerdo, el portero jugó sin pegar ojo la noche anterior unas semifinales en las que el Madrid de Mourinho cayó eliminado a los penaltis ante el Bayern. Aunque reconocen que Florentino -demonio que debe formar parte de su extraña realidad- acabó por reintegrarles el dinero de la comisión inmediatamente después de que hubieron retirado la denuncia.

Siempre el dinero de por medio, ese material que, para esta pareja que viajan agarrados el uno al otro en el vehículo de la avaricia, es prioridad a pesar de haber destrozado sus mayores afectos. Una preferencia que, según su testimonio, les llevó a jugar a la ruleta rusa de elegir vivir en Bilbao con tal de cobrar un plus de peligrosidad, cuando, sucumbiendo al ahorro antes que a la comodidad, habitaron un séptimo sin ascensor en el peor Bilbao del tiro en la nuca y la bomba lapa. De su etapa allí confiesan que surgió el deslumbramiento por el santoral onomástico vasco (obra del doctrinario Sabino Arana, detalle que sin duda desconocen) aunque quién sabe si bajo la influencia del síndrome de Estocolmo los maquetos bautizaron a sus hijos como Iker (masculino vasco de Visitación) y Unai (antropónimo que significa pastor de vacas).

Toda la entrevista es una aberración sin pulcritud alguna en el habla ni en el comportamiento, el hombre pone de manifiesto sus malos modales, no encontrando modo mejor de combatir el calor que desnudando su torso de una prenda ya de por sí de dudoso gusto, es el momento en el que se muestra legítimamente orgulloso de su obra, pero sin dejar de pasar factura, desvela vanidoso el dispendio de 25.000 pesetas del ala que supuso el gasto mensual en gasolina de la inversión de llevar al niño a los entrenamientos. Y mientras van engarzando acusaciones y méritos, para combatir el calor o la sed de venganza, se brindan una gaseosa Lidl con el entrevistador, al tiempo que la señora Casillas enorgullecida de sí misma remarca su racanería: “Aquí somos muy austeros. Así le enseñé a Iker. Cuando me pedía 10 duros yo le daba 5 y le decía anda y vete al Día y cómprate una coca-cola que te cundirá más que gastártelo en una discoteca”.

A la hora de abordar cualquier dialéctica sobre el proceso evolutivo, deberíamos tener presente que en las profundidades de España, habitan naturalezas monstruosas que entienden los hijos como propiedades y que sedientas de ruido están faltas de la meditación, o tal vez de la medicación, necesaria para saber que la riqueza es para el que la disfruta, nunca para el que la guarda.

Antonio de La Española

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