Un hombre sin ética es una bestia salvaje soltada a este mundo. (Albert Camus)
Si un degenerado imaginara un espectáculo preñado de todo lo deplorable, es decir, si pudiera caminar entre el delirio de sus mayores desviaciones, siempre se quedaría corto comparado con Sálvame: producto tóxico de La Fábrica de la Tele que vierte Tele 5 en el domicilio de una audiencia, de ancianos inmunizados contra la belleza, que arrastra un target comercial que en conversión negativa derrama números rojos (-11,6).
Cuando uno se refiere a ese “programa” la palabra clave con arreglo a sus fundamentos debe ser degeneración. Sálvame es un submundo degenerado: reunión de personajes sin moral, hechos carentes de ética, un ataque visceral de la brutalidad a la cultura y a la higiene mental, que, en su non plus ultra intelectual iguala el listón del eructo cuando suelta alguna greguería sicalíptica su pintoresco presentador; espeluznante alegoría de nuestra sociedad, una extravagancia neurótica que personifica como nadie la desintegración de la moral y que pretende impartir su ideología de cuarto oscuro a las consumidoras de bayetas, a las que dirige un mensaje que se pretende progresista, y que no es más que un encono retrogrado que supura todo tipo de prejuicios contra las sanas costumbres.
Para entender la realidad de esta barbarie, basta saber que este estercolero virtual de la incomunicación, tiene abiertos 43 procedimientos, 43, en los Juzgados, con 12 sentencias condenatorias en primera instancia y 4 que ya son firmes. Y esto, que ya de por sí resulta definitorio, es la punta del iceberg si le sumamos la gravedad de los 17 procedimientos, 17, abiertos en la Comisión Nacional del Mercado de las Telecomunicaciones, 3 de ellos ya con resolución firme, entre los que destaca un expediente muy grave por no respetar el horario infantil protegido. Tampoco es como para pasar por alto que se hallen todos, comparsas incluidos, bajo el microscopio de la Agencia Tributaria: desde la productora hasta la última mona que en ese plató vocifera para mentir, injuriar, difamar, calumniar o atentar contra el honor de las personas. La relación está encabezada por Jorge Javier Vázquez, le sigue el pelotón de los torpes, casi todos con actas de inspección firmes, algunas de ellas recurridas ante lo Contencioso Administrativo.
Este Waterloo de lo respetable lo justifica el consejero delegado Vasile como neo-neorrealismo puro con una vena de surrealismo. Bueno, no seré quien le quite la razón en lo de la vena porque vena allí tienen todos. Pero mariconadas al margen, la justificación resulta aún más grave, pues lejos de probar la inocencia de esta emesis aguda e impetuosa de obscenidad, lo que certifica es la degeneración de todos sus colaboradores, que encuentran en su involuntaria búsqueda de la perdida de cohesión de la moral los quimiorreceptores que les obligan a vomitar en el plató en coup de feu de fusil su obscenidad, para así convertirse en protagonistas del bochorno, y poder chapotear en el ácido clorhídrico y en los restos del catering barato que devoran, incluso en directo, mientras producen repugnantes escenas de realismo que de tan grotescas e histéricas puedan causar la ilusión de surrealistas. Como aquella exhibición de ignorancia supina de Belén Esteban que situó el paleolítico, el neolítico y la construcción del acueducto de Segovia en la edad media, o aquel lacrimógeno anuncio de ceguera inmediata de un dictamen médico imaginario que se marcó un Kiko Matamoros en declinación física y mental acentuada.
Pero las opiniones de Vasile se tornan confusionistas cundo chocan con el realismo que silencia la cadena. Realidades como la delincuencia de uno de sus actores secundarios, en concreto la del estafador Kiko Hernández, o la detención de la pareja de la presentadora Paz Padilla, o el hecho de tapar a la audiencia el atestado de la Guardia Civil que rula por internet, y que relata como una fría madrugada de enero Mortadelo maltrató física y psicológicamente a su pareja. O la ocultación de las capturas del teléfono de Dinio en el que se puede leer la dirección del presentador, que en compañía de Milagros Ximénez esperan con el corazón excitado un envío que la gestión del mamporrero Mortadelo urge al cubano para que a su vez apresure al camello. O al menos su neo-neorrealismo debería dedicar cinco minutos a que algún contertulio analizara que el anuncio de boda del de las orejas abrochadas es un imposible, pues tras 17 años de separación, esa autoproclamada ejemplaridad paterna es escasamente concordante con la realidad de un desnaturalizado que no firma el divorcio por no comprometerse a pagar el gasto compartido de los estudios universitarios de su hija. Suponemos que el pervertido (de costumbres o inclinaciones sexuales que se consideran socialmente negativas o inmorales) ha debido dejar olvidado el papel de padre modélico en la bañera de alguna sauna de Chueca.
Ya nos advertía el mejor Freud que existe una relación directa entre moralidad y degeneración, afirmaba que si la moralidad no se desarrolla en la infancia, hablamos sin vacilar de degeneración; lo que manifiestamente se trata de una inhibición del desarrollo. Freud sostuvo la certeza de las consecuencias deletéreas de la sífilis paterna sobre la descendencia. Por lo que no debemos descartar la posibilidad de que el presentador y los colaboradores de esa vergüenza sean fruto del estupro de algún enfermo contagiado del mal francés o español (eso lo dejamos al gusto del lector) o se trate de auténticos hijos de alguna estajanovista de las ingles; un detalle que aclararía el neo-neorrealismo surrealista que el sátrapa del imperio italiano de la chabacanería pretende vender como entretenimiento.