Cuando en 2009 la mexicana Alejandra Sánchez Inzunza viajó a España a realizar un Máster en Periodismo, nunca pensó que esa decisión le cambiaría la vida. En medio de las clases conoció al gallego José Luis Pardo (Patxi) y surgió el amor. Meses después, la pasión conjunta por los viajes, las ganas de escribir y el deseo de huir de la rutina hizo que esta intrépida periodista se lanzara en una gran aventura: recorrer 55 mil kilómetros a través de América Latina en un coche usado para investigar sobre narcotráfico.
A la hazaña también se unió el valenciano Pablo Ferri, compañero del máster, y juntos crearon una productora de proyectos periodísticos llamada Dromómanos. El peculiar nombre alude a la dromomanía, una patología psicológica que se refiere a las personas que no pueden quedarse en un mismo lugar. De ahí su clara filosofía de trabajo: para descubrir buenas historias es necesario moverse.
Yo había sido freelance y me gustaba mucho el periodismo de largo aliento, tener tiempo para investigar, para escribir ̶ recuerda Alejandra al ser entrevistada para prlatam ̶ Entonces a principios de 2011 José Luis y yo llegamos a México. Teníamos el plan de irnos inmediatamente, pero había que ahorrar y empezamos a trabajar en varios proyectos. Luego Pablo nos escribió que también se quería ir de España y se anotó. En ese momento no teníamos muy claro que íbamos a tener un hilo conductor, ni que nos íbamos a enfocar en narcotráfico. Coincidió que había propuesto un tema sobre la expansión (del Cártel) de Los Zetas a Guatemala para la revista ‘Domingo’ de ‘El Universal’ y a raíz de eso la editora en ese momento, Wendy Selene Perez, nos propuso hacer un proyecto regional con reportajes sobre narcotráfico en cada país. Ella no trabajó con nosotros, pero ese comentario nos dio un hilo conductor y ya se desarrolló todo este proyecto”.
El plan original de estos aventureros periodistas era viajar en autobús, pero un amigo les recomendó comprar un coche. El elegido fue un pequeño Volkswagen Pointer 2003 que se convirtió en su sala de redacción móvil. “Fue la mejor idea. El coche fue indispensable en el camino” ̶ dice. “En principio el viaje fue bastante turístico por el sur de México y Guatemala y ya después nos empezamos a meter en coyunturas”. Su modelo de periodismo ambulante incluyó un largo recorrido por 18 países que inició en Tijuana (México) y finalizó en Ushuaia (Argentina).
Las historias recogidas fueron publicadas inicialmente en el periódico mexicano El Universal y reproducidas en varios medios latinoamericanos. Ahora forman parte de un libro llamado Narcoamérica, donde se muestran testimonios impactantes de personas ligadas al tráfico de drogas y el crimen organizado.
La calidad del trabajo fue tal, que les valió dos importantes galardones: el Premio Ortega y Gasset en Periodismo Impreso y el Premio Nacional de Periodismo en México. “No nos lo creíamos, porque todo fue muy improvisado”, explica Alejandra. Justamente por eso, asegura que nunca llegaron a sentir miedo, a pesar del peligro de la temática abordada. Y aclara: “Siempre he pensado que el periodismo sirve no solo para quedarse en el papel, sino para tener un impacto. Me interesa el narcotráfico, la pobreza o la corrupción, porque creo que hay una responsabilidad social como periodista para hablar de ese tipo de temas”.
Para ser fiel a sus palabras, Alejandra no solo trabaja en sus proyectos personales (entre los que se encuentra un nuevo viaje de investigación al Amazonas o África), sino que, con Dromómanos, organiza talleres para otros jóvenes periodistas que quieran emprender desde reportajes hasta grandes proyectos. “Quiero que mi trabajo llegue a personas que puedan cambiar cosas y también poder pasarle a la gente esa misma vocación e inspiración, las ganas de hacer cosas que cambien cosas. Nosotros queremos seguir independientes, haciendo proyectos similares y apostar por periodismo de investigación, nuevos tipos de narrativas incluso… Buscar todo tipo fronteras periodísticas y romperlas”. Y nosotros estamos seguros que lo logrará.
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