Ninguna mujer debería esconder su poder, ni renegar de su luz. Muy al contrario, debería permitir que todo el mundo viese quién es. Muchas mujeres desarrollan problemas de los llamados ‘femeninos’ (o sea, propios del género femenino por aquello de las hormonas), al descuidar, traicionar o emponzoñar su integridad como mujer. Que el mundo siga siendo machista no es excusa para que una mujer se relacione consigo misma desde el odio, la insatisfacción, la inferiorización y su consiguiente baja autoestima.
Toda mujer que se siente inferior a sus ojos suele relacionarse con hombres que no le llegan a la altura de la corona, que no la aman como a ella le gusta. Asimismo, suele estar en trabajos donde su mala relación con los hombres en lo personal traspasa las fronteras y le crea también problemas en el trabajo: no sabiendo enfrentarse al hombre, no ejerciendo su autoridad, permitiendo que éste la trate como a una niña o a una hija pero no como a una adulta y profesional. El cómo se relaciona una mujer en su vida personal con los hombres, tiene la clave de sus ‘problemas’ en la oficina.
En la vida hay que currarse las cosas y ello no debe ser excusa para no trabajar en aquello que tiene que ver con el talento natural, ya sea cuidar plantas, tejer jerséis, cocinar, o inventar la cura para el cáncer. La mujer, como ser espiritual, es igual de válida que el hombre. Nadie puede hacerla sentir inferior sino es con su consentimiento. La dignidad es algo a cultivar diariamente para poder ir por la vida con la corona (simbología de la dignidad) bien puesta. Nunca te quites la corona, ni para dormir. Nadie debe ser más importante que tú para ti misma. Se fiel a tus principios y a tu singularidad.