Muchos optan por quedar bien o no quedar mal con los demás. Toda su conducta diaria va supeditada a esta ‘orden’. Llevan, en su interior, una especie de policía intransigente que no les deja ni respirar (lo bauticé como TORQUEMATIS). Sentirnos mal emocionalmente, el padecer insomnio, ansiedad, dolores de cabeza, problemas de piel, comer en exceso, o trabajar compulsivamente o tener una líbido con temperatura polo norte… No solemos relacionarlo con el quedar mal con nosotros mismos. Hablamos de desatender los principios y valores propios, negar la existencia de los DERECHOS propios y sus consecuentes RESPONSABILIDADES para con una misma, suele tener unas consecuencias nada recomendables e incluso devastadoras.
Hay que ponerle remedio
Es simple ‘curar este mal de alma’ puesto que basta con atrevernos a poner límites, decir lo que pensamos, hacer lo que es ético y acorde a nuestra escala de valores… Obviamente, hay que prepararse para las ‘quejas’ con las que nos obsequiarán todos esos a los que no les gustan aquellos que osan quedar bien consigo mismos y optan por ser IMPOLITICAMENTE INCORRECTOS. La única persona, sin la cual no puedes vivir, eres tú. Si quieres tener garantizado el bienestar interior, debes atreverte a reconocer cuáles son tus derechos y opta por vivir acorde a tus principios. Nadie te amará como tú puedes amarte. Nadie puede vivir tu vida. Ergo, de ti depende si quieres vivir o toda tu vida de rodillas o un día de pie.
Para fortalecer tu autoestima y dar alas a tu valía, es imprescindible quedar bien con una misma. Llega un momento, en que traicionar la integridad no compensa. Quedar bien equivale a darle al cuerpo emocional los nutrientes necesarios. Así tendremos un sistema inmunológico espiritual a prueba de manipuladores y del club del redil.