Llega septiembre y con él la vuelta a la rutina y la expresión ‘síndrome o depresión postvacacional’. Pero ¿existe este síndrome o es una mera invención? Diana Hernando, psicóloga clínica del Servicio de Psiquiatría y Psicología Clínica de HM Hospitales, declara que se trata de un término popular que se utiliza para referirse al malestar físico y emocional en el momento de la incorporación al trabajo tras un periodo largo de vacaciones. ‘Se trata de un proceso de adaptación normal y transitorio, pues el regreso supone retomar obligaciones, responsabilidades y horarios de la vida cotidiana que habían sido suspendidas’, explica. ‘Lo que sucede es que en la sociedad actual hay una tendencia a la patologización y medicalización de situaciones normales de la vida, lo que conlleva una merma de la capacidad de tolerancia del malestar y una reducción del aprendizaje de estrategias para afrontar situaciones difíciles’, añade.
Es normal sentir tristeza y no tener ganas de nada al volver al trabajo. Durante las vacaciones se modifican de forma drástica las actividades, rutinas y objetivos y también hay cambios en la alimentación y en el sueño. Los objetivos suelen consistir en estar en compañía de las personas queridas, conocer sitios nuevos, descansar, disfrutar y normalmente no hay presión de tiempo.
Cuando se vuelve, la adaptación al trabajo y a la rutina habitual suponen un esfuerzo que puede generar malestar físico (cansancio, somnolencia, falta de apetito, problemas de sueño, dolores estomacales o musculares) y emocional (tristeza, apatía, irritabilidad, nerviosismo, falta de concentración y dificultades para disfrutar de actividades que frecuentemente son placenteras).
‘Nadie viene a la consulta pensando que tiene el llamado síndrome postvacacional, ya que es un malestar transitorio que no suele durar más de dos semanas y no interfiere de forma significativa en la vida normal de la persona, ya sea en el ámbito laboral, familiar y social’, destaca la Diana Hernando. Aun así, es normal que haya un rendimiento menor al habitual en el trabajo y pequeños conflictos con la familia, apunta.
La psicóloga añade que ‘si la persona experimenta un malestar intenso y persistente, ya no se trata de una respuesta de adaptación normal y habría que revisar qué está sucediendo en su vida habitual para que le sea tan difícil el regreso’.
La experta explica que aunque se pueden dar unas pautas generales para aumentar el bienestar, como estar conectados con los demás, cuidar nuestra alimentación, dormir las horas necesarias, hacer deporte, pensar en positivo, etc., hay que ser conscientes de la propia experiencia interna.
‘A menudo actuamos en modo ‘piloto automático’ y no nos paramos a pensar qué actividades y relaciones nos nutren y cuáles no, aportando siempre la misma respuesta inútil ante el mismo problema. Si incrementamos la conciencia, tendremos mayor libertad y posibilidad de elección dentro de un amplio repertorio de respuestas’, concluye la psicóloga.