Las personas con VIH tienen muchas más posibilidades de padecer alguna enfermedad que la población general. Lograr una larga vida se convierte en una misión más difícil para las personas con VIH ya que los primeros problemas relacionados con su salud aparecen casi al mismo tiempo que el diagnóstico. Tanto es así, que las probabilidades de padecer algún tipo de cáncer son el doble en las personas con VIH que en la población general. Lo mismo ocurre con otro tipo de enfermedades: el riesgo de tener una enfermedad mental es más alto (por ejemplo, el 47% de los diagnosticados tendrá ansiedad) o las posibilidades de sufrir una fractura ósea se incrementan en un 50%.
Así se ha puesto de manifiesto en el Simposio ‘La prevención de la salud a largo plazo en pacientes con VIH’, organizado por Gilead, en el que se han manifestado las claves para preservar la salud de las personas con VIH a largo plazo. Son las siguientes: un diagnóstico temprano y un comienzo inmediato del tratamiento, vías clínicas de atención individualizadas (ya que todo el mundo es diferente), un enfoque de la enfermedad multidisciplinar y la monitorización continua de la carga viral y las comorbilidades.
De las acciones fundamentales para preservar la vida del paciente de VIH, la importancia recae sobre el diagnóstico temprano y el comienzo inmediato del tratamiento. En el Simposio se ha revelado que casi el 54% de las personas que tienen VIH se diagnostican tarde, reduciendo las posibilidades de un tratamiento exitoso para la enfermedad. Además, las personas que antes se diagnostican del mundo se encuentran en Europa central y Norteamérica; las que más tarde, en el norte de África. Por otro lado, si el tratamiento comienza inmediatamente, las posibilidades de sufrir comorbilidades se reducen en un 57%.
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