‘Sólo el 20% de los niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) diagnosticados y tratados de forma adecuada requieran tratamiento de adultos, aunque en cerca del 70% persiste algún síntoma o impacto funcional en su vida’. Así lo ha explicado la doctora Marta García Giral, del Servicio de Psiquiatría y Psicología Infantil del Clínico de Barcelona, durante las X Jornadas Científicas de la Fundación Alicia Koplowitz.
Esta enfermedad, cuya sintomatología nuclear es la dificultad atencional, la hiperactividad y la impulsividad, afecta a un 6,8% de los menores de 18 años en nuestro país, porcentaje similar a las cifras de prevalencia que los expertos barajan tanto a nivel europeo como mundial (5‐7%).
‘Se trata del trastorno más frecuente en psiquiatría infanto‐juvenil, a pesar de lo cual todavía hay pocos diagnósticos’, comenta la doctora García Giral, al tiempo que explica que ‘hoy por hoy sigue costando mucho llegar a diagnosticar correctamente a estos niños’. Tanto es así que algunos estudios apuntan que, por término medio, se tarda hasta 3 ó 4 años en lograrlo. ‘Al principio, los padres piensan que lo que le pasa a su hijo es pasajero, que ya madurará. A veces acuden al psicólogo del colegio y luego a otros profesionales, recorriendo un camino que hace que pase mucho tiempo hasta que se llega al psiquiatra y se alcanza un diagnóstico y un tratamiento adecuado’, afirma. Por ello, esta experta recomienda a los padres que en las revisiones rutinarias de los más pequeños comenten al pediatra cualquier alteración del comportamiento que puedan detectar, incluso aunque sea leve.
La doctora García Giral destaca el papel fundamental de los padres para lograr la recuperación de los pequeños una vez diagnosticados. Para ello, ‘deben estar formados en estrategias cognitivo conductuales que les enseñen a guiar a sus hijos y que les ayuden a entender el trastorno; a comprenden qué les pasa y cuáles son sus dificultades; a saber cómo reaccionar a sus actuaciones (más desobediencia, menos seguimiento de instrucciones, mayores despistes, etc.); a evitar el castigo excesivo, a saber ignorar aquellas conductas que no son importantes, a reforzar y utilizar la alabanza, a estimular de forma positiva… Al mismo tiempo, es importante que los padres sepan autocontrolarse’, explica esa experta. Y es que no hay que olvidar que el TDAH es un trastorno genético y, por tanto, muchos de los progenitores de estos niños también sufren este trastorno.
Asimismo, ‘los profesionales debemos trabajar con los padres en todo lo referente a la relación y la comunicación padre‐hijo. Hemos de enseñarles a saber escuchar, a hablar sin criticar, sin poner etiquetas… y formarles en cómo ayudar al hijo a resolver problemas’. También hay algunos programas más novedosos con los que se trabaja de forma concreta las áreas deficitarias del niño (por ejemplo, la planificación, la memoria verbal, la memoria auditiva…) Con todo ello, ‘intentamos que el niño vaya aprendiendo esas funciones a través de un control externo coherente, cálido y no negativo, todo ello con el fin último de modificar el desarrollo y la maduración cerebral de estos niños’, concluye la doctora García Giral.