“Hay mucha gente en el mundo, pero todavía hay más rostros, pues cada uno tiene varios”. (Rainer María Rilke)
De vergüenza ajena resulta el espectáculo que nos está ofreciendo un tontiastuto Artur Mas que anda, con los nervios irritados, mendigando un par de votos a unos astrosos antisistema que parecen haber salido del año 45 después del apocalipsis, y que, de momento, no ceden por más miradas suplicantes que les dedique un patético aspirante que propone, por si cuela, ser presidente de palo con contrato temporal por diez meses, al tiempo que sugiere poner el gobierno de su república bananera en manos de un triunvirato que ofrece una foto de museo anatómico. Ver para creer.
Y en medio de ese proceso de deterioro democrático en el que se encuentra Cataluña, llama poderosamente la atención como el Tribunal Constitucional (maquinaria del Estado que es chatarra) en una resolución jurídicamente disparatada, advierte que: si advierte un acto que no ha debido advertir que ya se ha producido… quedan todos advertidos. No es extraño que los inadvertidos a las leyes ya hayan advertido que se pasan la advertencia por el forro. Saben que cuentan para esa tarea con un colaborador ideal; son conscientes que les cobija la cobardía de un Rajoy en Babia, que siendo el máximo responsable de un poder ejecutivo que no da, ya no digo para aplicar la ley, ni para cortar el grifo de la nómina a unos golpistas de opereta.
Claro, que en medio de este circo no podía faltar un escapista; un artista de la pista que no es otro que el inescrupuloso Conde de Godó: hombre sin aptitudes heroicas que ha protagonizado una bochornosa “espantá” publicando en La Retaguardia el inaudito editorial “Por la rectificación”, obra maestra de la traición, donde se observa la pasta de la que está construido quien lleva años ocupando un sitio de honor como propagador del idealismo independentista, y que siendo autor intelectual de ese totum revolutum que supone Junts pel Si, ahora pone pies en polvorosa. Javier Godó, después de haber alienado a la ciudadanía, se ha despertado del sueño y se ha sorprendido compartiendo cama con un desaliñado Barros, y por ahí un grande de España no pasa. También cuenta en su comportamiento veleta, el hecho de no ser ajeno al desprestigio internacional en el que han situado a Cataluña, con ese alarde de torpeza evidente que ha supuesto la resolución independentista.
De cómo Caperucita se comió al lobo
En la atmósfera de irresponsabilidad que se respiraba en el escenario del primer intento fallido de investidura presidencial, Inés Arrimadas desplegó un discurso severo en el que fue engarzando sus argumentos reforzados por una mímica discreta y una voz, ni alta ni baja, de contundente elocuencia que, sin tregua, desmontó de cinco guantazos la perorata desdeñosa y aburrida, aderezada con un victimismo enfermizo que disfrazando mentiras de verdades se había marcado Mas. La conscripta política revirtió el discurso del aspirante negándole la legitimidad al tiempo que le impartió una tutoría de matemáticas, y, tildándole de mentiroso lo insinuó corrupto y lo acusó de utilizar los sentimientos de la gente para fracturar la sociedad. Luego, y tras la réplica del aspirante, que fue una matraca de buhonero, de nuevo lo flageló hasta hartarse; lo llamó insensato e irresponsable, y llegó incluso a despertar la hilaridad cuando lo ridiculizó, amonestando la particular concepción que de la nutrición infantil tienen los independentistas, al recordar aquella campaña que decía: “con la independencia los niños comerán helado de postre cada día”. Lo dejó tocado; él quería aparentar no haber perdido la serenidad, pero, sintiéndose devorado, acabó retorciéndose en su escaño buscando con sonrisa cínica la complicidad de la vicepresidenta comparsa Munté.
La “ciudadana” que parece rendir permanente tributo a los escaparates de los grandes almacenes, demostró que no será otra promesa incumplida. Ella fue la indiscutible vencedora del debate dejándonos la sensación de que ese “pastelito” que algunos veíamos a medio hacer ya ha salido del horno. Ciudadanos ha quedado muy reforzado a pesar de la exhibición de ignorancia de Albert Rivera que, el día después, no tuvo mejor ocurrencia que señalar a Cambó y al secesionista Roca Junyent como ejemplos de espíritus de catalanismo moderado.
¡Cartucho gigante de palomitas!
Antonio de La Española