El alcohol es la sustancia de abuso más consumida en España debido, en gran parte, a una importante tolerancia por parte de la sociedad. Así se desprende de la última encuesta por edades del 2015 del Plan Nacional sobre Drogas, de donde se extrae que casi el 80% de la población entre 18 y 64 años había consumido alcohol en el último año, y que, entre los jóvenes de entre 15 y 17 años, un 60 % había bebido alcohol en el último año y un 40% había hecho un consumo intensivo del tóxico.
Con el objetivo de poner en valor la importancia de identificar lo más precozmente posible el consumo de riesgo de alcohol, por parte del médico de atención primaria o del internista, dentro del XXXVI Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) se dedicaron diferentes sesiones a abordar esta cuestión, entre las que destaca una mesa redonda sobre la complicación más frecuente del alcoholismo crónico: la hepatopatía alcohólica.
‘Solo un 20% de los alcohólicos con dependencia del tóxico identificados por un generalista son derivados a una unidad psicosocial para que reciban un tratamiento de desintoxicación y deshabituación (son resultados de un reciente estudio europeo); debemos insistir en la detección precoz del consumo de riesgo para conseguir mejores resultados en este ámbito, dado que la enfermedad alcohólica es un proceso evolutivo continuo, tanto desde el punto de vista adictivo como en la aparición de trastornos orgánicos’, señaló el doctor Francisco Javier Laso, consultor del Grupo de Trabajo de Alcohol y Alcoholismo de la SEMI y jefe del Servicio de Medicina Interna del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca.
Así, el alcoholismo es una enfermedad multisistémica, que se asocia a síndromes digestivos (hepatopatía alcohólica, pancreatitis aguda y crónica, entre otros), circulatorios (miocardiopatía, arritmias cardíacas, hipertensión arterial) y neurológicos (encefalopatía y neuropatía), así como con trastornos inmunológicos o con una mayor incidencia de neoplasias, entre otras posibilidades.
‘En esta enfermedad se empieza por ser bebedor de riesgo, lo que implica beber más de cuatro unidades de bebida estándar (UBE) al día en el caso del varón y más de dos UBE en la mujer, para después pasar a un consumo de alcohol perjudicial para el individuo, denominado así por la multitud de enfermedades que acarrea no sólo a él, sino también a los demás, por posibles situaciones de violencia doméstica o siniestralidad vial, y el proceso finaliza en una dependencia alcohólica’, indica el especialista.
La hepatopatía alcohólica engloba las diversas lesiones provocadas en el hígado por el consumo crónico y excesivo de alcohol, y dentro de ella se pueden distinguir tres fases evolutivas. La más precoz es la esteatosis hepática, que aparece en el 90% de las personas que consumen alcohol en exceso y que es asintomática, ‘aunque determinadas alteraciones biológicas (como el aumento del nivel sérico de transaminasas) y ecográficas (datos sugerentes de esteatosis hepática) pueden poner de manifiesto la existencia de una afectación hepática’, afirma el doctor.
Las formas más graves de hepatopatía alcohólica son la hepatitis alcohólica (que se desarrolla en un 10-35% de los pacientes que consumen alcohol en exceso) y la cirrosis hepática (que solo aparece en un 8-20% de los mismos). En cuanto a la primera, ‘una forma muy característica, pero inconstante, de manifestarse es mediante fiebre, dolor abdominal, ictericia, hepatomegalia y leucocitosis’, recalca el doctor Francisco Javier Laso. Por lo que se refiere a la cirrosis hepática alcohólica, puede ser asintomática o expresarse por síntomas inespecíficos, como náuseas, astenia, o molestias abdominales, o por alguna de sus complicaciones (por ejemplo, ascitis, encefalopatía hepática, hemorragia digestiva por varices o gastropatía de la hipertensión portal).
Además del alcoholismo crónico, determinados factores contribuyen al desarrollo de la enfermedad hepática por alcohol, entre los que sobresale la coexistencia con infección por virus de la hepatitis B o C, la obesidad y determinados polimorfismos genéticos. En ese sentido, recientemente investigadores del Hospital Universitario de Salamanca, pertenecientes al Grupo de Alcohol y Alcoholismo de la SEMI, han descrito ‘una alteración de los mecanismos de inmunorregulación vinculados a determinadas poblaciones de linfocitos T y B en pacientes con hepatitis alcohólica’, destaca el experto.
La ecografía clínica es clave para ayudar al diagnóstico precoz de la hepatopatía alcohólica, ya que permite detectar signos incipientes de la misma, como hepatomegalia o aumento de tamaño de la vena porta. ‘También es muy útil para el diagnóstico precoz de complicaciones de cirrosis hepática, como la ascitis, en cuyo caso también es de gran ayuda para la realización de paracentesis diagnóstica o terapéutica’, comenta el especialista.
Respecto al tratamiento de la hepatopatía alcohólica, lo fundamental es la abstinencia de alcohol, ya que gracias a ella se consigue aumentar la supervivencia y retrasar la aparición de complicaciones, mejorando la calidad de vida de los pacientes.
En la hepatitis alcohólica, ‘además de la corrección de deficiencias nutricionales y la vigilancia de complicaciones, se han propuesto diversos tratamientos, entre los cuales los más acreditados han sido los corticoides y la pentoxifilina, aunque solo deben emplearse para los casos de hepatitis aguda grave, y aun así, un estudio recientemente publicado (estudio STOPAH) muestra que la pentoxifilina no mejora el pronóstico de estos pacientes, y los corticoides sólo lo hacen a corto plazo’, añade el experto. Por último, ‘en casos graves de hepatitis alcohólica o de cirrosis hepática se plantea el trasplante hepático cuando fracasan otras medidas terapéuticas’ concluye el doctor Laso.