“El fin del terrorismo no es solamente matar ciegamente, sino lanzar un mensaje para desestabilizar al enemigo”. (Umberto Eco)
Ruboriza la ignorancia de Francisco Bergoglio, Siervo de los Siervos de Dios, cuando suelta la boutade de que el terrorismo se alimenta de la pobreza y la frustración. ¡Per Christum Dominum Nostrum! Y abochornan los alcaldes Ada Colau, Xulio Ferreiro y José María Gonzalez “Er Kichi”, y, aún más, los titiriteros Alberto San Juan, Pilar Bardem y El Gran Wyoming. Aunque por abochornar, abochornan todos y cada uno de los firmantes de un delirante manifiesto contra “las guerras de la islamofobia” lo que es igual a manifestarse contra la inexistencia.
Así, sin más, con la ambigüedad premeditada que confirma la peor certidumbre de encontrarnos ante una grosera manipulación, han definido el conflicto de Oriente Medio. Como si la yihad islámica en guerra contra el Estado de Irak la dirigiera y financiara Europa. Como si el Daesh fuera un ejército terrorista bávaro infiltrado en Siria y en aquel país no se estuviera produciendo una guerra civil. Como si la penetración de los terroristas en Europa y África fuera cuestión de islamofobia. Como si los wahabitas no hubieran declarado la guerra santa a Occidente y a todas las gracias de la vida. Como si fuera lícito cambiar la verdad por la mentira.
En estos días de precampaña, momentos alérgicos a la objetividad, los populistas -alguno no desarrolla la mínima decencia que exige ser persona- han dispuesto su manifestación con la intención de restar votos a los partidos firmantes del pacto antiyihadista. La han organizado para hacer creer a los miedosos que, Rajoy, extrañamente poseído por la ira que alimenta la venganza y no por su interés electoral, nos llevará a la guerra y acabaremos pagando sus efectos de forma instantánea y horrorosa. Es una llamada a la inocencia de hombres mansos, a la ignorancia de infelices pacifistas que contribuirán el sábado a perturbar el sosiego ciudadano al participar en una manifestación de estupidez pluscuamperfecta. No en vano creen tener una desarrollada conciencia de la injusticia social, a pesar de que la inmensa mayoría son gente de lo más corriente que nunca llegará a estar envenenada de intrigas políticas como lo está su nuevo Saulo de Tarso, ese que en su día bombardeó Libia y ahora, desde el interés electoral más desvergonzado, con la imperturbabilidad de un autómata, dice “no a la guerra”.
Y todo será una fiesta de banderas, globos, gaitas, castañuelas, tambores de guerra, cajas destempladas, perros, flautas, perroflautas, policías infiltrados, sillas de ruedas, abre la muralla, el sable del generalote, cierra la muralla, condones para hacer el amor y no la guerra, el dinero de la SGAE, bocadillos de chorizo, sólo le pido a dios, sicut et nos dimíttimus debitóribus nostris, minotauros, grifos, unicornios, cornudos, peace and love, vosotros fascistas sois los terroristas, la santísima trinidad, la ETA, el FRAP y el GRAPO, el profeta, pañuelos palestinos a cuatro euros, pañuelos jordanos a cinco euros, el Che, el pueblo unido, agnus dei, cordero asado, malabaristas, tragasables, power flower, Elvis vive, Alá es grande, alfombras voladoras, travestis, travestis políticos, cocodrilos de goma, chimpancés homosexuales, orangutanes hermafroditas, cerdos hembra, cerdos macho, los tres cerditos, cerdo que vuela a la cazuela, osos polares, forros polares, pingüinos con bufanda morada recitando El Corán, Imagine, je suis París pero menos, pax dómini sit semper vobíscum, offerte vobis pacem, podéis ir en paz, podemos.
Entonces…
“Mi corazón se vacía sin querer como un balde roto. ¿Pensar? ¿Sentir? ¡Cuánto cansa todo, si es una cosa definida!” (Fernando Pessoa)
Permíteme querido manifestante que te diga, que sois notables tontos útiles los que al grito de consigna vais caminando a continuación de los traseros de cínicos pervertidos por el interés político y de titiriteros contaminados de vanidad que son defensores del narcoestado venezolano y de regímenes totalitarios de ron y putas. Permíteme que te diga, que a tu edad ya deberías saber que ellos son de otra categoría social muy diferente a la tuya y no viajan en trenes proletarios. Por eso gritan “no en mi nombre” con una marcada sombra de reproche. ¿De reproche a los muertos? Pues, probablemente alguno de ellos piense, al igual que los terroristas, que los muertos no tenían derecho a respirar la vida. Porque ya me explicarás cómo pueden sino circundar como buitres los cadáveres de los inocentes intentando sacar tajada.
Antonio de La Española