Somos seres sexuales y espirituales. Esto no quiere decir que tengamos que hablar de ninguna religión concreta ni siquiera de una orientación específica. Y es ahí donde creo que radica la clave o el descubrimiento que para mí supone el pensar que tanto ni lo uno ni lo otro (sexualidad y espiritualidad) se pueden generalizar, estereotipar y, mucho menos, formatear. La primera, junto a todas sus expresiones, no se debería meter en una caja. Tampoco se tendrían que limitar las opciones que cada persona elige para sentila y vivirla. Incluso opino que las categorías que hemos inventado, y que sin duda se ajustan a una gran parte de la sociedad, no son realmente capaces de reunir y reflejar la amplia gama que la sexualidad tiene, los diferentes matices, las formas…
Hemos generalizado y clasificado diferentes categorías según la orientación y preferencias sexuales, como por ejemplo: Heterosexuales, homosexuales (gays y lesbianas), bisexuales, transexuales, transgénero, asexuales, … Tras esto, incluso dentro de estas categorías, las ramificamos en otras más. Y aunque todas ellas existan, sean válidas y dignas de respetar, es importante que cada persona descubra su propia forma de entender y vivir su sexualidad sin tener que encasillarse necesariamente. Lo mismo ocurre con los roles sexuales especialmente hablando dentro de la comunidad gay: activo, pasivo, versátil… En realidad, estos roles muchas veces no son más que creencias limitantes que en ocasiones convierten nuestras relaciones en aburridas, frustrantes e incluso llegan a dañar verdaderas relaciones de amor entre dos personas, que no encajan en esos roles necesariamente y piensan que no hay nada más allá de lo que se trata de vender como vida sexual placentera y activa en el lobby gay. Cuando la sexualidad es una energía vital, una necesidad fisiológica que empieza en la mente y se puede sentir en cada poro y célula de la piel:.. ¡Hay tanto por explorar!
De igual manera ocurre con la espiritualidad. Las diferentes religiones siempre han querido meterla en un molde. Han tratado de decirnos qué, en quién y cómo debemos creer, formateando lo informateable, acotando lo inacotable, culpabilizando al ser humano si no se ajusta a las normas y pautas que alguien ha determinado como verdad absoluta e intentando castrar de alguna manera la verdadera espiritualidad que este universo encierra y que cada persona, cada alma poseemos. La sexualidad y la espiritualidad en realidad están en la misma carpeta de nuestra intimidad, que podemos compartir o no cómo, cuándo y a quién queramos; siempre sin juzgar a los demás y respetando las demás opciones.
Seguiremos Informando…