“Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo.” (Groucho Marx)
Digo que no será culpa del presentador si esta nuestra sociedad anda sumida en ese fenómeno de “imbecilización” que acepta como cultura cualquier entretenimiento por frívolo que sea. Porque, aun dando por justo el punto de vista de la crítica que se ha ocupado de la obra “Iba en serio” a la que califica como una auténtica mierda pinchada en un palo, ya me dirán ustedes qué ofrecen otras obras subvencionadas que no ofrezca ésta. Pues nada, pero leyendo a los críticos, parece ser que Manolita Chen de Badalona sea responsable del disparate de haber redefinido la cultura española como un contenedor de frivolidades en el que caben en el mismo espacio desde Alaska a Cervantes. Pero claro, al tratarse de un regordete pintoresco y promiscuo, es intelectualidad de altura clamar voz en cuello contra las subvenciones que han otorgado Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades Autónomas y Ministerio de Cultura a un circo de frivolidad en el que el autor muestra el retrato de un hombre de psicología excéntrica que, convertido en un actor de pacotilla que se apoya en afirmaciones vehementes, exhibe sus demonios atendiendo a un impulso irrefrenable por sacarlos a la luz. De acuerdo que se trata de subjetividad, claro que es una realidad inventada, pero resulta preocupante que sea el retrato de un ser coñazo y decadente con un ramalazo de vedette que rehúsa tratarse con autocompasión traspasando la frontera del esperpento literaria y personalmente. Mayor es la decepción tratándose de un referente del colectivo gay y un moldeador de la opinión de esa parte de nuestra tercera edad más analfabeta que le ha brindado su beneplácito durante años. Aunque no seré yo quien niegue el derecho a que cualquiera exponga su particular concepción de la vida por muy torpe que sea como contador de historietas y por mucho que disfrute, como un cerdo, revolcándose en el cieno de su memoria. El señor Vázquez y su insuperable osadía tienen todo el derecho del mundo a llenar el espacio cultural con un despreocupado intento de entretenimiento que es una auténtica mierda. El mismo derecho que tienen sus consumidores para tragársela voluntariamente. ¡Buen provecho!
Otra cosa muy diferente, mucho menos discutible, es que la existencia de sus textos “La vida iba en serio” y “Último verano de juventud” sea el mejor reflejo del rotundo fracaso del sistema educativo de nuestro país. Una evidencia que se manifiesta cuando un licenciado en Filología Hispánica es capaz de montar un collage, con un estilo fofo tan carente de intensidad que parece escritura automática, para contar unas historias planas sin el más mínimo interés. Si a ello añadimos que no se pueda encontrar sombra de talento narrativo en ningún párrafo de los que ha tenido el atrevimiento de redactar, pues, ya saben… el lector abandona las páginas con la certidumbre de encontrarse ante dos mierdas pinchadas en un palo. La suma del interés de los textos es la de preguntarse ¿cual habrá sido la más repugnante obscenidad de una existencia que por lo demás resulta absoluta monotonía? Eso sí, reconozcamos que tiene mérito vender como literatura, primero una amenaza de liquidación de la literatura y después su definitivo asesinato. Claro, que lo edita Planeta y eso ya es un indicio racional de criminalidad. ¡Allá el que decida leerlo!
Desde luego, es imposible calcular el día en que Manolita Chen de Badalona decidió contar su vida a esos clientes de la estupidez que son una parte de la sociedad rendida a sus peores inclinaciones. Pero cabe la posibilidad que fuera tras el momento en el que, con rictus diabólico, presumió de su gusto por las prácticas sexuales en los urinarios públicos y acto seguido lideró una campaña de prevención contra el sida. Ese día el antiguo reponedor de verduras de Pryca, de ahí le vienen sin duda sus modos de verdulera, debió entender que todo vale. Un todo que le ha llevado a acumular ochenta demandas (80) por intromisión ilegítima, difamación y calumnia, a un personaje que confiesa una infancia acobardada y confusa que le llevó a ocultar su homosexualidad y que respira la misoginia suficiente para calificar de puta y zorra a una presentadora latinoamericana en horario de protección a la infancia, expulsar de su plató a sus invitadas o tildarlas a gritos como putas e hijas de puta.
Mientras que su obra es el reflejo de una existencia inacabada y del exhibicionismo de quien resulta incapaz de sujetarse a sí mismo, pues no me cabe duda que siendo consciente Manolita Chen de Badalona que el ser humano vive inmerso en grupos sociales, debería dejar de observar su alegre inconsciencia en el relato de una conducta impregnada de mal gusto, pues el aprendizaje se adquiere a través de la imitación de la observación de la experiencia de otras personas, sobre todo en el grupo de pares, en este caso el grupo de homosexuales.
Ahora, amenaza con grabar un disco. ¿Por qué? Creo que es algo que únicamente explicaría alguna patología o la posibilidad de encontrarnos ante un caso de esquizofrenia.
Por lo demás, un consejo: sabiendo que las multas que la Agencia Tributaria le ha impuesto suman millón y medio de euros, creo que el título de su aburrimiento vital debería ser “IVA en serio”.
Antonio de La Española