El esperado cara a cara entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se ha saldado con casi dos horas de diálogo de sordos, con un formato anticuado y con interpelaciones heredadas de un debate parlamentario en el que el “y tú más volvió” a ser el principal protagonista. En resumen un cara a cara que no pasará a la historia y que ha confirmado que el bipartidismo está en retirada. Los telespectadores que a esa hora se atrevieron a conectar con el programa producido por la Academia de Televisión y emitido por doce televisiones vieron a un descolocado Mariano Rajoy y a un extremadamente agresivo Pedro Sánchez.
El debate comenzó con una intervención casi interminable del autodenominado moderador Manuel Campo Vidal que cumplió con la peor de las expectativas y representó mejor que nadie lo rancio, fuera de lugar y anticuado de este cara a cara electoral. Nada más comenzar el debate el corresponsal de la BBC en España se sorprendió al ver una puesta en escena que calificó como “de los años ochenta”. “Estamos en 2015”, recordó. Y Campo Vidal no hizo nada para cambiar esta opinión.
Su única labor fue limitarse a introducir los temas pactados y cogidos del CIS sin ninguna pregunta concreta. Leyó las preguntas -un poco más específicas, pero igual de vagas- de representantes de la prensa escrita (otro guiño a lo rancio de toda esta puesta en escena) como El Mundo, La Razón, ABC, La Vanguardia y El País. Y puso cara de concentración y de inquietud durante toda la noche mirando de un lado a otro. Después de su protagónica primera intervención, sólo se dedicó a mirar el cronómetro y a intentar no incomodar a los dos candidatos. Los espectadores pedían a gritos una figura de moderación pero Campo Vidal no encauzó unas aguas que derivaron en un cara a cara desordenado y agolpado.
Y es que los candidatos tampoco hicieron nada por subir el nivel de este cara a cara que tuvo una amplia cobertura informativa. Mariano Rajoy fue el de siempre, sin desplante, sin saber comunicar, nervioso a momentos, alterado en otros pasajes y lleno de tics que demostraron nuevamente por qué el Presidente de Gobierno no había querido debatir con ningún otro candidato a la Moncloa y en ningún otro formato. Quizás lo más destacable fue la sensación de improvisación que transmitió con unos folios arrancados de una libreta, y decenas de papeles desparramados sobre su lado de la mesa. La herencia recibida fue su principal argumento de defensa en la primera parte, para en la segunda mitad intentar defenderse de manera descolocada ante las acusaciones de corrupción.
Por su parte, Pedro Sánchez fue agresivo desde el primer minuto pero sin demasiado orden. Citó cientos de veces cifras, a veces sin sentido y muchas de ellas no contrastadas. Sánchez constantemente acusó a Rajoy de mentiroso, le recordó decenas de veces la corrupción de Luis Bárcenas y Rodrigo Rato, pero realizó muy pocas propuestas. Su punto más alto fue cuando citó la carta de una vecina de Valladolid a la que el Gobierno de Rajoy le rebajó un 90% la ayuda para un familiar dependiente. Fue la única gota de humanidad de los 110 minutos que duró el cara a cara.
El momento más tenso fue cuando, a propósito de la corrupción, Pedro Sánchez acusó a Rajoy de no ser un político decente. “El próximo Presidente debe ser un persona decente y usted no lo es”. Una frase que encendió y descolocó a Rajoy, que se aferró a representar un rol de ofendido y que repitió en innumerables ocasiones que es un político honrado, a la vez que acusaba a Sánchez de haber realizado una “intervención ruiz (sic), mezquina y miserable”. Frente a un toma y daca que duró casi toda la parte intermedia del debate y que dio vida a lo que hasta ese momento era un soporífero intercambio de cifras y pocas propuestas, Campo Vidal se limitó a mirar y prácticamente no intervino.
En este cara a cara con amplia cobertura informativa el moderador tuvo tan poco peso que tardó más de cinco minutos en intentar introducir el tema catalán mientras los dos candidatos seguían intercambiándose golpes por las acusaciones de Sánchez sobre corrupción. Aunque después de los primeros cruces de acusaciones, pasadas las once de la noche, ya nada volvió a ser lo mismo. El debate no terminó de la mejor manera con Rajoy y Sánchez atropellándose y gritándose. Un Rajoy sacado de lugar y acalorado intentaba defenderse como gato panza arriba dejando claro que las propuestas de los dos candidatos son pocas, pero los reproches son muchos.
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