“Cuando un tonto coge un camino, el camino se acaba pero el tonto sigue”. (Dicho popular)
La situación
Pasados dos meses desde la sediciosa declaración de intenciones, que a primeros de diciembre fue anulada por el Tribunal Constitucional, insisten los separatistas en hacerla prioritaria en su programa de gobierno para continuar camino en una huida hacia adelante rompiendo con la legalidad española. La aplicación del hasta ahora ornamental 155 se hace obligada por mucha bulla que levante. Ni siquiera se vislumbra una posibilidad que pueda alejar de tal “intransigencia” al Gobierno del presidente de plasma que se encuentra en el deber de abortar el golpe de Estado, por muy en funciones que esté y por muy de raza prudente que haya demostrado ser hasta la fecha. La actitud del secesionismo, vulnerando la ley, tampoco admite excusas de vías de diálogo ni más zarandajas que puedan librar a los golpistas de que aplique la Constitución cualquier otro Gobierno de coalición que pudiera formarse en España durante los próximos meses. Fundamentalmente, porque ya no caben más chantajes del reaccionario nacionalismo catalán al PPSOE, pues no hay nada con lo que pueda extorsionar un independentismo que, iniciada la desconexión, no tiene nada que ofrecer a cambio. Es más, el ofrecimiento para comer en el mismo plato con Sánchez que ha deslizado el Mas, a quien su alma de fulana no deja entender que en esta vida no todo es negociable, resulta imposible; no haría sino anticipar el entierro de la sardina para Don Carnal a quien mantiene en permanente jaque mate Doña Cuaresma.
El Puigdemont
Gracias a la colaboración de tránsfugas antisistema en claro vasallaje con la burguesía, el alcalde de un municipio que no alcanza los 100.000 habitantes, ha saltado a la presidencia del estado pirata de Cataluña. Familiarizado con el bandidaje desde que en 1980 acudió a un mitin de Pujol y se convirtió en prosélito de CDC, a este personaje se le ha encomendado la misión imposible de intentar sostener el castillo de naipes de una independencia, que ya ha ido todo lo lejos que podía llegar en su alucinante viaje a ninguna parte. Su independentismo arranca desde la cuna, por tanto, padece frustración crónica que la manifiesta como el bilioso provinciano que califica de “invasores” a los españoles. En su puesta de largo, se trató con inclemencia innecesaria vomitando un discurso impropio de un periodista; un batiburrillo de sofismas que iban y venían sin ningún orden, demostrando que la independencia es, además de una ilusión y un delirio, el mejor cobijo para que la mediocridad se busque la vida. Transmitió emoción a los suyos ondeando el estandarte del “proces” como buen padre de la futura patria, lo que ya es razón para que le coloquen los grilletes, afirmó que están a la cabeza mundial de la investigación científica, lo que ya es motivo para que le coloquen la camisa de fuerza, y como quien ha perdido la razón del todo, anunció la creación de un Banco Central de Cataluña ¡Atiza! suponemos que además de cobrar un 3% en todas sus operaciones, emitirá moneda propia, que dado su valor y utilidad debería denominarse caganer ¿Qué garantía de depósitos podría ofrecer el banco del Puigdemont? Pues verán… absolutamente ninguna. La situación económica de Cataluña está a un minuto de la bancarrota: los presupuestos prorrogados, pendiente el ajuste de 4.000 millones de euros, más el incumplimiento sistemático del objetivo del déficit la hacen estar en las últimas por haber dilapidado el dinero público en pillajes, robos, latrocinios, trinques, hurtos, comisiones, propaganda, más propaganda, embajadas de la nada, delegaciones de lo inexistente, misiones y el Catalonia Today que dirigió el Puigdemont.
El Mas
Sometido a un progresivo proceso de humillación política y personal por parte de la CUP durante el transcurso de una infame subasta de su honorabilidad, abandona contra su deseo dejando la impresión de querer ser como esos toreros que se cortan la coleta y al cabo de un par de años vuelven a pisar el ruedo como si tal cosa. Esa es la intención de un ser sujeto permanentemente a su vanidad, que se ha retratado como una persona desbordante de mezquindad capaz de enseñorearse de su indignidad democrática: “Lo que la urnas no dieron directamente se ha tenido que corregir a través de la negociación”. Ahora que la política le ha hecho un hombre próspero, debería retirarse a la paz de Andorra para poder descansar del poder y sus pesares. También podría andar por ahí y ver la vida para conocer otros mundos, o establecerse en un lugar donde pudiera seguir afirmando, sin riesgo de ser ingresado en un psiquiátrico, que la diferencia étnica de Cataluña lo prueba el hecho de que son lo que más se parece a Alemania en el Sur de Europa. Prácticamente liquidado, por su tribu, tiene menos crédito que el peluquero del Puigdemont.
Antonio de La Española