La rotura del ligamento cruzado es una de las lesiones más temidas por los deportistas de élite, ya que generalmente requiere de una intervención quirúrgica, muchos meses de reposo y, sobre todo, porque aunque la zona afectada haya sido operada y tratada, puede seguir provocando problemas en la rodilla que pueden conllevar a sufrir una recaída. De hecho, debido a esta lesión, muchos futbolistas han visto truncarse sus prometedoras carreras por no poder rendir al mismo nivel. De ahí que cualquier proyecto que demuestre que puede evitar que se produzcan estas roturas sea especialmente bien recibido.
Eso es lo que han conseguido dos estudiantes de diecinueve años que terminan 2º de Bachillerato en la Lauro Ikastola de Loiu de Vizcaya. El proyecto tecnológico que presentaron como trabajo de fin de curso ya acumula varios premios nacionales e internacionales. Consiste en un chip y un sensor que, introducidos en el ligamento y en el vasto interno del cuádriceps gracias a una jeringuilla, pueden calcular el grado de torsión entre la tibia y el fémur. Si esta medida supera los 35 grados, reaccionan enviando una pequeña descarga al cuádriceps. Esto provocaría “que el usuario caiga al suelo con dolor y el ligamento cruzado no llegara a romperse”, cuenta Beñat Insunza, uno de los estudiantes.
Este revolucionario proyecto, pensado para personas que siendo o no deportistas hayan sufrido previamente la lesión, ha llamado la atención de muchos deportistas y clubes que se dedican al deporte de élite. Sin embargo, aún no ha encontrado la financiación necesaria para desarrollar el prototipo. Beñat reconoce que el obstáculo más duro han sido los problemas éticos: “La gente aún no está preparada para que se le inserte en el cuerpo un chip“. Ante estos reparos éticos, cabe preguntarse: ¿es mejor seguir derrochando esfuerzos médicos y tecnológicos para mejorar la atención de los pacientes que lleguen a las clínicas con estos problemas?
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