“Si le quedan bien, que las disfrute con salud”. Estas fueron las palabras del publicista de Madonna cuando la prensa le preguntó sobre la opinión de la diva del pop con respecto a que se pusiera precio a su ropa interior, y más concretamente a unas bragas usadas que lució la artista en la sensual portada que protagonizó junto a Katy Perry, para que salieran a puja en una popular casa de subastas de Beverly Hills. Y es que, nada más lejos de la realidad, el fetiche de utilizar ropa interior usada para alcanzar un disfrute sexual más intenso que el del propio coito en sí no es exclusivo de los japoneses.
Sí es cierto que en el país asiático las tiendas de burusera se han convertido en un auténtico negocio. En ellas se venden, entre otros artículos, uniformes de colegiala, bañadores de segunda mano y bragas usadas. Los clientes son hombres japoneses que huelen o usan estos objetos como estímulo sexual. De hecho, no es una leyenda urbana que existan máquinas expendedoras de bragas usadas y envasadas. En Tokio pueden encontrarse, incluso, en medio del metro. Sin embargo, en otros países, el proceso para adquirir estos objetos es más discreto.
Internet y las redes sociales han permitido que cada vez sean más las personas que disfruten de sus fetiches sin ruborizarse. En el caso de los hombres, los pies merecen una mención especial: son el fetiche más común entre el género masculino. Pero no son el único. Hay personas que se excitan con los tacones o con la ropa interior femenina: ligueros, tangas o incluso calcetines usados. Y en nuestro país hay más demanda de la que nos imaginamos. De ello se dio cuenta Katia Ehlert. Esta inquieta maquilladora profesional abandonó su trayectoria en el sector de la cosmética para lanzarse a emprender en este terreno: la ropa interior femenina usada.
En una entrevista en OndaSaludable, la creadora de Secretpanties.com reconoce que su trabajo no le hacía feliz e intentó hacer algo que le parecía divertido: montar una web para vender ropa interior usada de otras mujeres. Se puede encontrar de todo: desde sujetadores, bragas o tangas hasta medias, ligueros o calcetines. Katia Ehlert explica que antes de poner en marcha su proyecto realizó un estudio para conocer si valía la pena lanzarse en este ámbito y descubrió que en nuestro país existe un alto número de búsquedas. “Hice la prueba de subir mis prendas a una web y en menos de media hora tenía todas vendidas”, asegura.
A diferencia de otras webs destinadas a este negocio, Secretpanties.com asegura anonimato y confidencialidad. En los foros online “los compradores no tienen más remedio que dar sus datos para que les llegue el producto: su nombre y apellidos, su dirección, su cuenta bancaria… Y lo mismo ocurre en el caso de la vendedora: tiene que poner el remitente y facilitarle el número de cuenta para que haga el ingreso. Ambos se exponen de manera peligrosa”, subraya Katia. Esta emprendedora insiste en que en su web subsanó esta laguna: un equipo de cinco personas media entre comprador y vendedor, pero además, se asegura de que el rostro de las vendedoras no aparezca en las fotografías.
“No estamos en un negocio de pornografía”, aclara su creadora. “Es un negocio de fetiche con el que no se le hace daño a nadie. Estamos vendiendo fantasía. Y es que, además de ser una manera fácil de ganar un dinero extra, la imagen fina, delicada y elegante que hemos querido que transmita esta web permite que muchas mujeres se tomen el asunto como una oportunidad para cumplir sus fantasías, para jugar redactando textos eróticos y haciéndose fotos sugerentes o como una manera más de liberación”.
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