En el mundo del coaching se habla mucho acerca del poder interior, de cómo cada uno tenemos las respuestas adecuadas, la fuerza, las habilidades y todo el potencial para ser lo que queramos ser. Es… La mejor versión de nosotros mismos. Pero hay otra fuerza que es aún más fuerte. Sale cuando sumamos, cuando arrimamos el hombro a aquellas personas que nos necesitan, cuando empatizamos y nos acercamos a su realidad de manera comprometida y proactiva, cuando nos ponemos en su piel. Aportando ese granito de arena, que sumado al de los otros, formará una playa estupenda; o aportando esa gota de agua que terminará formando un océano.
Creo que el ser humano está diseñado para compartir, comunicarse, conectar, implicarse,… En definitiva, para formar comunidad. Y no estoy hablando necesariamente de comunidad en el sentido de ‘borreguismo’, de pensar todos lo mismo, ni siquiera de ir en la misma dirección. Más bien me refiero a ese espacio en el que somos capaces de acercarnos al otro a pesar de las diferencias. Ese espacio en el que uno aporta lo que el otro no tiene y viceversa. No solamente en el área material, sino en recursos de todo tipo, emocionales, psicológicos, humanos…
La sociedad en la que vivimos cada vez se ha vuelto más competitiva, intransigente, inflexible y la única manera de cambiar esta tendencia es con pequeños pero grandes gestos que parten de uno más uno, más uno, más uno… Un espíritu o energía que finalmente acaba contagiándose de manera vírica, haciendo de éste un mundo mejor. Todo depende de en aquello en lo que nos queramos enfocar y en lo que queramos invertir.
Seguiremos Informando…