Se acerca peligrosamente el Día de los Enamorados, más internacionalmente conocido como San Valentín. Una jornada en la que las parejas se acaramelan aún más y los solter@s hacen un uso y abuso de alternativas como, por ejemplo, el helado de chocolate. Al menos, esa es la imagen que se crea, y que digerimos sin pensar, a través de las comedias románticas de Hollywood. En ellas, la historia por excelencia cuenta con unos elementos bien reconocibles: Un hombre, apuesto, duro y atractivo; Una mujer, bonita, dulce y sensible. Ambos, y tras una serie de encontronazos, se enamoran y acaban juntos. Esto hace que el espectador llore ante las palabras hermosas que él le dedica a ella. Y es que él es siempre quien debe declararse, claro. También derrama lágrimas y se sorprende con el enorme (y caro) regalo, los bombones, las rosas, las joyas…
¿Qué hay de cierto en las razones que nos llevan a celebrar San Valentín?
Lo cierto es que, San Valentín, tan lleno de amor y corazones, es el día que más deberíamos odiar, o al menos temer, de todo el año. Una fecha creada en torno a un imperativo: ¡Consume! De este modo, el ideal de romanticismo que nos llega, a través de spots publicitarios y grandes marcas de ropa y complementos es aquel en el que se incita a que cuanto mayor sea el gasto que tu pareja invierta en ti, mayor será su amor. Un ideal muy azucarado y, por supuesto, irreal. ¡Una gran mentira, vamos! De igual modo, el problema no es sólo el consumismo inherente en este tipo de festividad que, irremediablemente, sentimos la necesidad de festejar como si de nuestra propia película se tratase. Todo este engranaje esconde algo más. Desde los mensajes que se consumen día a día, se puede observar ciertos roles sexistas con los que la sociedad lleva demasiado luchando. Estos roles poco a poco van cayendo, por lo que esta batalla no debe cesar ni tampoco caer en saco roto en tan sólo veinticuatro horas.
¿Por qué caemos en este tópico machista?
Como todas sabéis, existen tópicos que indican que la mujer debe ser bella como: ‘Compra un buen vestido. Si es caro, ¡mejor!’, ‘Ve a la peluquería, ¡Necesitas un recogido como el de tu actriz favorita!’ o ‘¡Maquíllate!, porque si no, ¡Él no te besará!’. Estos incentivan a la mujer a que tenga un sólo enfoque: Debe hacer todo lo posible para él. Del mismo modo, desde los rincones de Internet destinados a la mujer, se la aconseja, con tips, a cómo estar radiante para su “príncipe azul” o cómo debe satisfacerle siempre sexualmente (pero más aún en este día). Porque esa será la recompensa a que él gaste tanto y tanto dinero en objetos inservibles: Ella. Para él. Algo que no es, ni de lejos, lo que debería. Una relación de pareja sana debería ser en la que él y ella se quieran y respeten por igual. Deja de gastar dinero o sentir que eres una muñequita; tu pareja te quiere todos los días tal y cómo eres. Y es así como debe ser.
San Valentín, por tanto, es concebido como la festividad para el amor libre, absoluto, sin ataduras, en referencia la leyenda de un obispo romano que casaba a los soldados con sus amadas. Sin embargo, y en secreto, se ha convertido en el arma perfecta para estereotipar a las personas y a las parejas. ¡Ah! Y también es un arma ideal para las marcas de cara a vender todo tipo de productos.
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