Le colgaban las piernecillas desde su silla colocada con suplemento de altura (me recordaba el caballito al que me subía mi madre en la peluquería, ¡Ay pincha!)… Habíamos llegado a la sede de Telecinco, iba con mi querido Fernando Cano, que es quien de verdad se conoce todo lo relacionado con el mundo de las teles. Esperamos plácidamente en una antesala con sofás de color rojo, con paredes desnudas o casi, y con una mesa pegada al suelo, imitando las que puso en marcha Eduardo San Martín en ABC, en la que los subdirectores se tenían que poner de rodillas… ¡Enanos ilustres!, y dice mi demonio de la derecha ¡Como García!, que vuelve… jajajajaja… y yo.
Nos salen a recoger de los sillones-futón mi querida Mirta Drago, y sus Cristinas. Maravillosas, ideales de la muerte, mujeres curtidas en mil batallas, corredoras de fondo, tapadoras de los defectos del que dice ser el ‘capo di tutti capi’ de la televisión y la comunicación entre seres humanos y seres catódicos, apostódicos y románicos… Porque a Telecinco le quedan las cuatro viejas que ya no se enteran de si es Mercedes Milá, un holograma al uso, o una momiante del Valle de los Reyes… Le llevábamos un presente al Gran. No le gustó, no lo entendió, no tiene humor, no sabe decir gracias… No nos regaló ni un boli de promoción… jajajajaja… ¡que poco espléndido!
Bueno que me piro, vuelvo. Me encuentro una gran peluca blanca a la altura de mi ombligo, retrocedo con mi 1.70 (de la mili) y escucho con perplejidad hablar a la cabeza. Una mano asoma, se acerca a la mía, me da miedo, me retiro un paso, y con perspectiva de presbicia veo al gran Paolo. Paolo de Tarso, el iluminado, el hombre que cayó de un jet y encontró la riqueza y la luz en la Telebasura… ¡Qué gran honor!
Contaba algo, que no recuerdo qué, y le contesté: ¡¿De verdad?! Y me espetó: ¡Pero claro, yo todo lo que digo es de verdad! Así varias preguntas incongruentes hechas desde lo alto de su silla. Mirando a todos por encima de la coronilla, para sentirse el más alto y poderoso de los enanos del reino. No sacamos nada en claro, lo único que era el ‘primer ejecutivo de la televisión en el planeta Tierra trágame, perdón ¡sálvame! ¿De naranja o de limón? De Luxe. Que luxe, ¿cómo Caca de Luxe?
