Las marcas ya se han dado cuenta que el neuromarketing, es decir, la aplicación de la neurociencia al marketing, puede servirles para determinar de manera más efectiva cuál es la reacción del consumidor ante sus mensajes. Lo que algunas no saben es que además les sirve para reposicionar sus mensajes, después de haber leído las reacciones del usuario.
Las compañías han observado que los consumidores recurren a programas ‘adblockers’, para vetar contenido que no desean recibir bloqueando anuncios. Si controlamos qué quieren y qué no, mediante el neuromarketing, podremos ser más eficaces en el desarrollo de nuestra estrategia comunicativa.
Se trata de no frustar al consumidor, saber cómo y en qué momento preciso desean recibir los anuncios para no crear rechazo hacia nuestra marca, lo que en marketing denominamos ‘costes emocionales adversos’.Expertos consultados aseguran además que es imprescindible dosificar la infomación, ya que si ofrecemos a la vez multitud de productos o servicios conseguimos colapsar al usuario y hacer que no sea capaz de tomar ninguna decisión.
Otras conclusiones que se extraen de conocer el cerebro, es por ejemplo que este asimila mejor las formas curvilíneas que las rectas y que está más cómodo si observamos diseños sencillos. Debemos ser concisos y directos, porque los primeros 50 segundos de visualización son decisivos, a la hora de captar o no la atención del consumidor sobre nuestro producto. Herramientas como Reelapp o ClickTale nos dan pistas sobre el comportamiento y la opinión del usuario sobre el diseño de una web. Es importante también humanizar la marca, no debemos olvidar que detrás de las pantallas hay seres humanos y no ‘máquinas compradoras’.
La forma más sencilla y a la vez efectiva de usar el neuromarketing es a través de dispositivos tecnológicos que pueda llevar el usuario, ya que intentamos medir sus reacciones durante el mayor tiempo posible y a través de diversas fuentes. Una start up española, Bit brain, ha creado Usenns, cuya tecnología, que surgió en los pasillos de la Universidad de Zaragoza, está implantada en más de 20 países. Usan dispositivos como anillos o diademas para ver cómo impactan a los consumidores los contenidos, con resultados que arrojan cifras positivas tras la inclusión de esta tecnología.
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